Las medallas de pekín
Actualizado: Guardaruando a principios de agosto comenzaba la Olimpiada con una ceremonia de apertura que maravilló a propios y extraños, todo eran cábalas sobre las medallas que podían conseguir nuestros deportistas. Gracias a esa venia mediática de la que gozan los dirigentes, no los deportistas, el secretario de Estado para el Deporte, el presidente del Comité Olímpico Español y muchos personajillos más que ahora no vienen al caso se ufanaban de que en esta Olimpiada, gracias a su magnifica gestión, conseguiríamos una cantidad ingente de galardones y que sin duda superaríamos las conseguidas en Barcelona. Como siempre, los deportistas de corbata y despacho pretendían convertirse en los protagonistas de la egolatría y el chauvinismo que tanto abunda en nuestro país. Comenzaron las competiciones, que ya van llegando a su fin y, como siempre, la realidad es otra muy distinta. Hemos ganado medallas, no hay duda, pero muchas menos de las anunciadas y, como siempre, el tiempo deja a cada uno en su sitio. Los deportistas han cumplido su misión, han competido al máximo de sus posibilidades y a ellos no hay que achacarles nada porque lo han dado todo. A estos dirigentes vanidosos y engreídos es a los que hay que pedirles responsabilidades. Las medallas y los galardones obtenidos son gracias al esfuerzo personal de unos atletas y deportistas que gracias a sus cualidades excepcionales y a su esfuerzo personal brillan por sí solos en sus respectivas disciplinas. Los Nadal, Gasol, Llaneras, Cal, Paquillo, Marta Domínguez etcétera, son estrellas mundiales consagradas por sus cualidades personales, no por la política deportiva de base en nuestro país que es inexistente. Si echan una ojeada al medallero se darán cuenta de que lo que digo es una realidad: países de nuestro mismo entorno y potencial humano nos desbancan por goleada pero, da igual, ellos seguirán presumiendo de nada, como siempre.