VUELTA DE HOJA

La Bolsa y las bolsas

Para que nos vayamos haciendo una idea, lo más aproximada posible de en qué consiste la globalización, la Bolsa ha caído casi un 3 por ciento por temor al batacazo bancario en Estados Unidos. Cuando allí se constipan aquí cogemos una pulmonía doble, pero curiosamente ha subido entre nosotros la tasa de ahorro. ¿Cómo es posible que los españoles ahorren más cuando tienen menos? Se confirma que el miedo es peor que lo que se teme. Ha cundido el pánico a quedarse sin nada y en vista de eso se guarda lo poco que se tiene.

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El ahorro siempre ha sido considerado como una virtud, sobre todo por las cajas de ahorro. El gran Chesterton, que debía de ser un poco roñoso, ya que sólo derrochaba talento, llegó a encontrarle cualidades líricas y se atrevió a afirmar que «el ahorro es poético, porque es creador», contraponiéndolo al despilfarro, que a su juicio es siempre destructor. Personalmente, no estoy en absoluto capacitado para hablar del ahorro, pero sé que en situaciones como la actual suele andar emparejado con la caída del consumo. Se basa en dejar en los escaparates de las tiendas algunas cosas que nos llevaríamos a gusto a nuestras casas y a permitir que corran su suerte en los bares las cigalas que nos comeríamos con un gusto no menor, aunque más efímero.

La caída de la Bolsa coincide con el cambio de piel de las bolsas del Corte Inglés, pionero de un plan de «consumo responsable». La verdad es que derrochamos plástico y se trata de reemplazarlo inteligentemente por fécula de patata. Las bolsas biodegradables son, al parecer, excelentes sustitutas de las tradicionales y permiten que se talen menos árboles y se emitan menos kilogramos de CO2. Está claro que habrá que ensayar otros estilos de vida y procurar ingeniárselas de otra manera. Suele pasar siempre, quizá para merecer la nostalgia.