El alma del comunismo murió en Praga
Los acontecimientos de Osetia del Sur y la guerra de seis días entre Georgia y Rusia, que ha terminado con el acuerdo de cese de hostilidades del 12 de agosto, nos van a permitir recordar unos hechos acaecidos hace cuarenta años y en los que los entonces soviéticos aplastaron la denominada Primavera de Praga, enmascarados en el Pacto de Varsovia, con la denominada Operación Danubio. Obviamente eran otros tiempos y la situación internacional, protagonizada por la Guerra Fría, distaba mucho de la actual, pero las influencias e intereses entre las dos potencias hegemónicas, EE UU y la URSS, estaban tan presentes como lo están hoy los de EE UU y Rusia, y en el juego de poder siempre había, y hay, víctimas colaterales. Un 20 de agosto de 1968 las tropas del citado Pacto de Varsovia invadieron Checoslovaquia con una fuerza militar que duplicaba la que aplastó las reivindicaciones de la Hungría de 1956 y que ocasionó más de 50.000 muertos. Conviene recordar que en este país las críticas iniciales de intelectuales y estudiantes contra el terror estalinista derivaron en una verdadera revolución popular en la semana del 23 al 30 de octubre de 1956. También es interesante constatar que la Checoslovaquia de principios de la década de los sesenta del siglo XX era un híbrido en el que confluía la incómoda y costosa transición del nacional-estalinismo al comunismo reformista. El abandono del primero se retrasó deliberadamente por líderes como Antonin Novotn", por miedo a que ocurriera algo mucho más grave que lo acaecido en Polonia o Hungría.
Actualizado: GuardarLas consecuencias de la revolución social comunista cuajaron con más fuerza en Checoslovaquia que en cualquier otro país del Telón de Acero porque en su seno había una sociedad desarrollada y burguesa, en la que la represión a los intelectuales, muchos de ellos de origen judío, llegó a su máxima expresión. En el país centroeuropeo, el manifiesto reconocimiento de los errores de Stalin, las rehabilitaciones públicas de los represaliados por el estalinismo y las suaves reformas económicas iniciadas en 1963 generaron un magma en el que el poder omnímodo del Partido Comunista se cuestionó como en ningún otro lugar del mundo comunista. El clima intelectual y artístico que se vivía en el país recogía las consecuencias del deshielo político de Nikita Kruschev y resistía más tarde los efectos del cambio que involucionó la URSS con el golpe de Leónidas Breznev, dirigente que siempre consideró Checoslovaquia como el miembro menos fiable ideológicamente, a la par que inseguro y desequilibrado, del Pacto de Varsovia.
A pesar de ello, el abandono del citado Novotn" propició la llegada al poder, el 5 de enero de 1968, de un nuevo primer secretario general del Partido llamado Alexander Dubcek. Eslovaco alineado a la corriente reformista del Partido, lo primero que hizo fue aprobar la postergada reforma económica, para a continuación satisfacer las reivindicaciones del pueblo eslovaco hasta entonces acalladas, crear un sistema pluralista de partidos con el socialismo como plataforma, el desarrollo de una democracia socialista, la garantía de la autonomía e independencia de los sindicatos, la libertad de culto, creación artística e investigación científica, el reconocimiento del derecho a la huelga y el levantamiento de la censura el 5 de marzo.
El nuevo camino que estas medidas iniciaban provocó el abandono de la presidencia de la República, el 22 de marzo, de Antonin Novotn", y su sustitución por el general Ludvik Svoboda, y todas ellas estuvieron enmarcadas en un Programa de Acción que resumía los fundamentos de aquel socialismo de rostro humano.
Los soviéticos no podían consentir la herejía checoslovaca. Razones ideológicas, económicas y geoestratégicas decidieron al Kremlin a mandar las tropas de ocupación en nombre de la asistencia fraternal para instalar rápidamente un nuevo gobierno pro soviético. La resistencia civil surgida de forma espontánea y casi por azar, retrasó el deseo de la URSS. El decálogo de la no cooperación con los invasores, publicado el 26 de agosto, hizo que las numerosas tentativas para establecer un gobierno colaboracionista fracasaran. Pero finalmente la evidencia de la fuerza y el poder se impusieron y los Acuerdos de Moscú así lo constataron. El héroe de la primavera de Praga, Dubcek, fue expulsado del partido en 1970 y tuvo que ganarse la vida como guardia forestal en Eslovaquia, el 20% de los militantes del Partido Comunista fueron expulsados, los intelectuales fueron purgados por burócratas y policías de bajo rango, los dramaturgos, poetas y profesores universitarios se vieron obligados a limpiar calderas y ventanas, y a trabajar en la construcción, y numerosos entusiastas ejecutores de las purgas habían sido poco antes los más enérgicos partidarios del defenestrado Dubcek.