Turismo interior
En una época no demasiado remota venían muchos extranjeros a España con el doble propósito de cambiar de aires y cambiar de moneda. Lo encontraban todo baratísimo y eso constituía un atractivo de ningún modo inferior a nuestro sentido de la hospitalidad. Desde el euro, que ha sido el timo de la estampita a escala continental, todo eso ha variado: nuestro encantador carácter y su poder adquisitivo. Las estadísticas prueban que los viajeros que nos visitan se gastan menos que los deportistas olímpicos en ginebra. Gradúan mucho sus apariciones por los restaurantes de más de un tenedor y compran preferentemente en los mercadillos. Si a eso unimos que rehúyen alojarse en los grandes hoteles y se hospedan en pisos con vistas a otros pisos, se entiende que la actual temporada no sea la más brillante de la historia y se haya incrementado el turismo interior. Por sus mochilas les conoceréis.
Actualizado: GuardarNo hay mal que por bien no venga, como se recordó, famosamente, cuando asesinaron a Carrero Blanco. Muchos españoles que presumían en las sobremesas de haber estado tres días en Tailandia, no se molestaron nunca en conocer Granada, Cáceres, Toledo o Santiago de Compostela. Ahora, con el recorte del presupuesto se han recortado también las distancias. La gente sigue saliendo pero no va tan lejos. Casi se ha llegado a la aspiración barojiana: don Pío, de viejo, decía que no iba a ningún sitio desde donde no pudiera volver a su casa a pie. La tendencia de este verano es no gastar más que las suelas de los zapatos y muchos buenos clientes de los grandes restaurantes se han convertido en buenísimos clientes de los grandísimos supermercados. No sólo hay que quedarse en casita cuando llueve, sino cuando hace un calor horroroso, viendo la tele.
Siempre nos quedará Nadal.