Opinion

Terrorismo bajo el sol

ETA reapareció ayer, a las pocas horas de haber difundido un comunicado en el que reiteraba sus coacciones, con la colocación de sendos artefactos en tres puntos distintos de la provincia de Málaga, dos de los cuales explotaron sin provocar por fortuna daños personales mientras que el tercero, camuflado bajo un puente de la A-7, fue desactivado por los artificieros. Ésta es la tercera ocasión en la que los terroristas tratan de reventar la paz estival, tras las bombas que hizo estallar en julio en la costa cántabra y en la también localidad malagueña de Torremolinos. La imagen repetida de decenas de bañistas obligados por la fuerza a interrumpir su placentera jornada de asueto por la amenaza etarra se contrapone, en un contraste insoportable, al empecinamiento criminal de quienes aún son capaces de lanzar desafíos al Estado de Derecho y de amargar la existencia cotidiana a una ciudadanía cada vez más hastiada de su matonismo y de la complicidad de aquellos que lo avalan. Cabe suponer que los terroristas y sus apoyos son plenamente conscientes de que las bombas de ayer atentaron contra la tranquilidad del pueblo andaluz y contra el conjunto de la sociedad democrática, pero también contra todos los vascos que eligen el soleado litoral del sur para disfrutar de sus vacaciones.

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Durante unas horas ETA volvió a demostrar que todavía puede sembrar el miedo y el desconcierto, sumida en la dramática ficción que le lleva a sobrevalorar su mermado potencial operativo, a desdeñar el irremediable desgaste que las sucesivas operaciones policiales y judiciales están provocando en sus estructuras y a desoír el reiterado clamor de la ciudadanía para que abandone las armas. Pero hoy miles de personas regresarán a las playas reafirmadas en su desprecio hacia el patetismo etarra y persuadidas de que, por mucho dolor que todavía puedan generar, los terroristas sólo tienen ante sí la salida de un desistimiento voluntario o por efecto del combate institucional desplegado a fin de arrinconarlos. La obcecación de la banda en su criminalidad violenta implica así un mandato imperativo para que se sigan perfeccionando los mecanismos de la lucha antiterrorista y se exploren aquellas iniciativas que, ajustándose a la legalidad constitucional, estrechen los márgenes de impunidad.