LLENO. Las zonas autorizadas se llenaron de personas (una primera cifra estimativa apunta a que se superaron las 100.000). / FRANCIS JIMÉNEZ
CÁDIZ

La fiesta invade las playas

La escasa afluencia registrada el año pasado sólo fue un espejismo que se disipó esta edición al caer la fiesta de nuevo en fin semana

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Los detractores del final de fiesta del Trofeo Carranza al calor del carbón encendido de las barbacoas se las prometían muy felices el año pasado, cuando la asistencia en la playa cayó en picado. Parecía un síntoma claro de que a este evento se le estaba pasando el arroz y que iba a sucumbir ante tanta crítica por los efectos colaterales, más que visibles, que sufre la playa. Pero tan sólo fue un espejismo, fruto de una simple cuestión de fechas. En 2007 las barbacoas se celebraron entre semana y la edición de ayer regresó a la noche del sábado. El resultado fue una afluencia masiva, que por orden del Ayuntamiento se concentró en los espacios acotados de La Caleta y la playa Victoria -entre los módulos uno y seis-, aunque esta limitación fue incumplida hasta que alguien corrió la voz de que sí se podía pasar la frontera, pero sin carbón.

Lo único que no acompañó del todo fue el viento de poniente que bajó los termómetros lo suficiente para tener sensación de frío cuando el sol se despidió. Pero eso tampoco echó para atrás a las miles de personas que optaron por pasar la noche entre el humo de la carne a la parrilla. Al cierre de esta edición, el Consistorio dio una primera cifra estimativa de participantes, unas 60.000 personas a las 00:30 horas, aunque con una importante salvedad, los asistentes no paraban de llegar desde el momento en que la final del Trofeo que disputaba el Cádiz y el Sevilla se le puso muy cuesta arriba al equipo local. Desde el Ayuntamiento ya barruntaban un dato más abultado que se dará a conocer hoy por la mañana.

Este periódico comparó las fotografías captadas ayer con las tomadas en ediciones anteriores, teniendo en cuenta que antes no había limitaciones de espacios y la estimación arrojaba un cálculo superior a las 100.000 personas, un tope que no se rozó ni de lejos el año pasado. En 2006, la cifra oficial basculó entre los 160.000 y los 175.000.

El dispositivo de vigilancia privada en los accesos a las playas permitió que apenas se vieran en la arena muebles y enseres más propios de los hogares, aunque hubo quien coló alguna mesa y, por supuesto, el televisor para no perderse la final del Trofeo. Y los más desinformados, gente venida de fuera, tuvo que dejar en el coche los hornillos eléctricos que creían estaban permitidos.

Las parcelaciones estaban prohibidas y no se vieron estacas ni palos que cercaran espacios en la playa. Pero siempre hay una fórmula alternativa para saltarse la restricción sin ser amonestado y después de la hora del almuerzo, ya se bebían chanclas o palas que sustituían a los palos vetados. De esta forma indicaban a los usuarios que esa zona ya había sido reservada, pero sin llamar la atención de los numerosos policías locales que vigilaban las zonas de barbacoas. Los que no pasaron el filtro visual de los agentes fueron los que trataron de colocar toldos y sábanas a modo de tienda. Varios grupos tuvieron que retirarlos cuando fueron pillados por los funcionarios policiales en la zona de La Caleta. Si bien, cuando cayó la noche, los tenderetes improvisados se podían ver desde el Paseo Marítimo.

Más jóvenes

La evolución de esta fiesta, con respecto a otros años, sí se ve en la edad media de los asistentes. Antaño eran familias completas las que poblaban la arena. Ahora son las pandillas de jóvenes los que han hecho suya la fiesta. Aunque La Caleta aún se resistía a esta invasión juvenil y los grupos familiares eran mayoría. Curiosamente este punto fue el menos concurrido de toda la noche. Y su contrapunto fue el principio de La Victoria. El tramo comprendido entre los tres primeros módulos -desde el cementerio hasta el hotel Playa Victoria- se llenó a partir de las siete de la tarde. Muchos jóvenes optaron por plantar sus campamentos cerca de los bares de copas. Por eso de buscarse alternativas en la madrugada.

La solución arbitrada por el Ayuntamiento de delimitar las áreas donde sí estaban autorizados los asentamientos fue incumplida por algunos grupos que decidieron saltarse el acotamiento. En su día se explicó que esta medida facilitaría la limpieza de la playa, al concentrarse la basura en puntos concretos. Estas personas que decidieron adentrarse, si bien no iban provistos de barbacoas, sí que estaban equipados con comida y bebidas.