Un buen día
CALLE PORVERA Hoy tengo dos buenos motivos para enfrentarme a la jornada con buen humor y una sonrisa, como en los anuncios de la tele. Por un lado celebro mi cumpleaños, y pese a que el DNI no engaña y ya llevo un año más a cuestas, soy de las que siguen festejando este día como cuando era pequeña y montaba fiestas veraniegas con batidos y medias noches -por cierto, ¿ya no venden esos bollos deliciosos?-.
Actualizado: GuardarEl otro motivo que hace que ande levitando entre el resto de los mortales es que hoy, después de un año de trabajo y pese a lo que me encanta levantarme temprano estas mañana de agosto, me voy de vacaciones.
Sí, ya sé que hemos hablado de esto, de lo feo que está que una le refriegue a los demás por la cara que le dan la carta de libertad durante un mes, pero cuando llega este momento no soy capaz de controlarme y acabo expresándolo con euforia a los cuatro vientos. Confío en su comprensión.
Será cosa de la edad, de los 31 añazos que hoy me caen encima -eso sí, espero que si alguien me felicita me diga eso de que aparento muchos menos-, pero esta vez encaro las vacaciones con más sosiego que otras veces. Es decir, no he planeado nada extraordinario, e iré dejándome llevar a lo que salga, con tranquilidad, mientras intercalo días de playa con visitas a mi casa malagueña.
Claro que, bien visto, más que templanza propia de la madurez lo que a mí me ocurre es que he hecho cuentas, y entre el Euríbor, el IBI que ya me han cobrado -¿qué eficacia la de Diputación en pleno agosto!-, la factura del taller y otro rosario de gastos, la mejor opción es recorrer de punta a punta esta provincia que, después de todo, aún no conozco tan bien como querría.