MIRADAS AL ALMA

Carta Hacia el Cielo

Un año ya desde tu último suspiro, ya cuando tu ya cansada esperanza se tornaba en desesperanza que, galopante, se alejaba de nosotros sin poder hacer nada. Y es que no importan los días ni los años, pues te tengo viva en el sentío.

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Un año de ahogada añoranza, de desesperada lágrima dolida que en mi sola soledad me nubla la vista. No aprendo ni me importa saber que ya no estás, pues prefiero mentirme e imaginar que sigues en casa, allí sentada en tu sofá junto a la chimenea, allí con tu pelo tan bien recogido en tu roete, con tus canas bien peinás, con tus manos llenas de quemaduras de tanto guisar para nosotros.

Un año mintiendo a mi olfato, pensando que estarás cocinando una de tus berzas, con ese olor y saber de las gitanas viejas que las jóvenes no han heredado.

Un año mintiendo a mis oídos, que creen escuchar tu rabiosa voz riñendo a los perros por querer éstos subir al sofá, con ese genio cabal y ese temperamento de tormenta. Un año sin tu dulce servir, pues era para ti servir al hombre un privilegio para la mujer, con ese sinsentido maravilloso que tanto te llenaba, y es que tu paz era sólo vernos sanos y felices. Un año mintiendo a mi piel, creyendo recibir esos efusivos besos sonoros con ecos puros.

Noto que, mientras escribo, sangro; y es que no repasaré estas letras ni las volveré a leer, como tampoco hice con las páginas dedicadas a ti en el libro Donde Rezan Los Mitos, pues poseo el dolor reciente a flor de piel.

Te fuiste para quedarte siempre, cuidándonos, mirándonos con tu temperamental mirada, regalándonos ese amor que guardaré más allá de mi último aliento, ese mismo último suspiro que espero sea mi particular desmentira de esta mentira mía que cuenta que sigues viva.