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Yoana cruza la frontera
La jugadora donostiarra hace historia al lograr la primera victoria olímpica en bádminton
Actualizado: GuardarJugaba a las nueve de la mañana y tuvo que perderse, pesarosa, el desfile de la ceremonia inaugural. El sacrificio, sin embargo, mereció la pena. Yoana Martínez logró ayer la primera victoria de España en un partido de bádminton de unos Juegos Olímpicos. Dicho así, se corre el riesgo de minusvalorar su conquista. Conviene no olvidar que, en el deporte, la grandeza es una cuestión de perspectiva. Lo cierto es que Yoana cruzó una frontera hasta ahora vedada e hizo historia. A su compañero Pablo Abián, en cambio, no le fue posible. Cayó en primera ronda ante el lituano Kestutis Navickas tras un partido largo y disputado. Al de Calatayud se le escapó el primer set por un suspiro (23-21) y, aunque ganó el segundo, en el definitivo le faltó aire. Navickas le dejó en nueve. Una pena.
Lo de Yoana fue distinto. Salvo el primer tanto, que se apuntó su rival, la australiana Erin Carroll, la jugadora vasca dominó el resto del duelo con autoridad. Nunca vio comprometido el triunfo.
Carroll se empeñó en jugar en la red y Yoana acabó por sentirse muy cómoda con los golpes cortos. El primer set lo solventó sin problemas por 21-9. En el segundo, tuvo que aplicarse con más esmero, pero siempre fue por delante, con un mullido colchón de cuatro o cinco puntos, hasta acabar imponiéndose por 21-16.
Consumada la victoria, la guipuzcoana dejó escapar un grito de alegría, apretó los puños y agitó los brazos, feliz, para saludar a sus familiares, que estaban tan entusiasmados como ella.
Habían sudado tinta china para conseguir unas entradas -tuvieron que desplazarse a 40 kilómetros de Pekín para lograrlo-, pero la victoria les hizo olvidar todas sus tribulaciones. En realidad, estaban tan contentos como la propia Yoana. Quizás porque conocían mejor que nadie los sacrificios que esta deportista de 27 años ha hecho desde que, a los trece, un marianista de su colegio de San Sebastián, Txomin Madinabeitia, que acababa de regresar de Inglaterra, la convenció para que se animara a practicar un deporte extraño que se jugaba con una pequeña raqueta y un extraño proyectil de forma cónica con una base de corcho semiesférica y 16 plumas extraídas del ala izquierda de un ganso. El volante.
También sabían los familiares de Yoana Martínez lo largo y duro que ha sido su camino hacia Pekín en busca del sueño deportivo de su vida: ser olímpica. El año pasado, se rompió el talón de Aquiles y tuvo que parar durante cinco meses. Cuando ya preparaba su regreso, otro golpe de mala suerte la dejó tocada. Tuvo que operarse de apendicitis. Nuevo parón. Después de aquello, a finales de 2007 nadie daba un duro por su presencia en los Juegos. Sin embargo, a base de constancia y firmeza, viajando de una parte a otra del mundo de torneo en torneo, de Kenia a India, de allí a Perú, a Nigeria y a Canadá, Yoana acabó arañando los puntos que le valieron la invitación a Pekín.
«Estoy encantada»
Tras el partido, en la zona mixta del pabellón de la Universidad de Tecnología de la capital china, tocada con un sombrero que le lanzaron desde la grada, su sonrisa radiante estaba, pues, más que justificada. Yoana Martínez disfrutaba de un éxito ganado a pulso.
«Estoy encantada porque he cumplido el objetivo con el que llegué. He hecho algo bonito para nuestro deporte», afirmó la jugadora, que no tuvo reparos en reconocer una cierta fortuna en el sorteo que le emparejó con Erin Carroll. «Me he preparado muchísimo y creo que estoy a un gran nivel, pero es verdad que, en principio y dentro de las rivales que me podían tocar aquí, ésta era de las asequibles. Mañana será distinto con la alemana o la indonesia, pero yo voy a jugar con toda la ilusión. No quiero ser conformista», aseguró, al tiempo que echaba un vistazo a la pista en la que María Yulianti y Juliane Schenk jugaban su partido, que acabaría ganando la primera con un apretadísimo 22-20 en el tercer set.