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La fortaleza del imperio chino

Pekín aprovechó la presencia de los líderes mundiales para hacer una demostración de su poderío

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China exhibió ayer su fortaleza, tanto dentro como fuera del estadio olímpico. En 'El Nido' dejó con la boca abierta a los ochenta máximos dirigentes mundiales que se olvidaron del boicot y presenciaron 'in situ' la esplendorosa y también propagandística ceremonia de inauguración de los Juegos. Al exterior el poderío llegó a través de una señal televisiva que llevó las imágenes a más de 4.000 millones de personas de todo el planeta. Era el escaparate perfecto para ofrecer una demostración de supremacía, y los dirigentes del gigante asiático no dejaron cabos sueltos. La ceremonia se convirtió en una exchibición casi enfermiza de la perfección, tanto visual como patriótica, y la Policía desactivó a los grupos disidentes y de apoyo al Tíbet minutos antes del inicio del espectáculo. El mundo miraba con lupa a Pekín, y el 'Partido' lo sabía.

La belleza se transformó en un elemento de grandiosidad en sí mismo, en un vehículo de comunicación en el que se mezclaron la tradición y la modernidad, las viejas costumbres y la vanguardia. El mensaje es nítido: los chinos están todavía apegados a los ritos ancestrales, sí, pero, a la vez, miran el futuro convencidos de que es de ellos, de que las otras grandes potencias tendrán que mirarles a la cara cada vez que tomen decisiones de alcance. Nada podía fallar para transmitir esta idea, y el Gobierno no reparó en gastos para asombrar al resto de la humanidad con una exhibición inigualable y para evitar que una protesta, por muy pequeña que fuera, diera al traste con su objetivo. Y si algún deportista amagaba con saltarse el guión -Senegal llevaba una pancarta de signo desconocido-, alguien chasqueaba los dedos y los primeros planos desaparecían en un abrir y cerrar de ojos.

La ceremonia trasladó a los espectadores a un estado irreal en el que olvidaron por unas horas que los atletas tienen prohibido realizar declaraciones políticas; que Reporteros sin Fronteras tuvo que retransmitir su programa de radio de forma clandestina desde Pekín; que las autoridades chinas han sofocado con crudeza cualquier atisbo de levantamiento en el Tíbet y las manifestaciones en favor de este pueblo; que su posición sobre Sudán no soporta el menor análisis; que la disidencia interna se paga con la cárcel; y que el respeto a los derechos humanos está constantemente cuestionado. Pero todos estos problemas siguen ahí, y fueron numerosos los jefes de Estado que boicotearon el espectáculo con su inasistencia.

Muralla sin grietas

La muralla china no tiene de momento grietas en estos Juegos y los defensores del Tíbet y la disidencia intentaron hacerse oír frente a las embajadas del gigante asiático en otros continentes. En Katmandú fueron detenidos más de un millar de tibetanos frente a una sede diplomática que llamaban a proteger la religión budista. También hubo protestas, pero de menor calado, en Madrid, Berlín, París... Precisamente la Prensa francesa arremetió ayer con dureza contra Nicolas Sarkozy porque estuvo presente en 'El Nido'. «Sarkozy pierde hoy (por ayer) en todos los frentes, ya sea el de los derechos humanos, el de la imagen internacional de Francia o el de las relaciones con las autoridades chinas», subrayaba en su editorial el prestigioso 'Le Monde'.

George W. Bush, quien también asistió a la ceremonia en el estadio, ha jugado a dos bandas con el espinoso asunto de China según se acercaban los Juegos. Nada más aterrizar en Pekín pidió al 'Partido' que respete la libertad de religión en el país. Los dirigentes de la República Popular le respondieron y el mandatario de EE UU insistió ayer en el mismo sentido. Pero después no tuvo ningún reparo en fotografiarse con gesto amistoso con el presidente chino, Hu Jintau, sin duda el gran protagonista televisivo de la jornada junto a los figurantes, los deportistas y los fuegos artificiales. Puro artificio también el de Jintau y Bush para sustentar las relaciones de dos naciones antagónicas política y socialmente que, sin embargo, están más cerca que nunca.

Pero Sarkozy y Bush no fueron los únicos jefes de Estado en el palco de honor. También lo ocuparon el primer ministro ruso, Vladímir Putin, el brasileño Luiz Inacio Lula da Silva, el único presidente latinoamericano en Pekín, y los presidentes de Japón, Yasuo Fukuda, y el del Kuomintang taiwanés, Wu Poh-hsiung, entre otros muchos. Representaron a España los Príncipes de Asturias, además de los ministros de Asuntos Exteriores y de Industria, Miguel Ángel Moratinos y Miguel Sebastián, respectivamente.

El 'El Nido' sólo hubo un pequeño guiño, más interesado que amistoso, al Tíbet, uno de los principales quebraderos de cabeza del régimen de Jintau por la solidaridad internacional que ha despertado la lucha de sus habitantes. La tibetana Pan Duo, la primera mujer que ascendió al Everest por su cara norte, en 1975, fue una de las ocho atletas que portó la bandera olímpica por el estadio antes del encendido del pebetero. Fue un gesto minúsculo en el contexto de la representación majestuosa que obró el imperio chino.