Crisis de confianza
Actualizado: Guardarl último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas, con datos recogidos cuatro meses después de las elecciones generales del 9 de marzo, evidencian cómo en tan escaso lapso el Gobierno habría visto evaporarse la ventaja de cuatro puntos sobre el PP que permitió a los socialistas reeditar su triunfo en las urnas. El empate técnico en el que sitúa el CIS a ambos partidos y el desgaste en su popularidad que sufre el presidente Rodríguez Zapatero, aún más significativos ante las zozobras internas padecidas por el PP, encuentran su explicación en la inquietud de los ciudadanos sobre la marcha de la economía y su pérdida de confianza en que la misma vaya a enderezarse a corto plazo. Así lo indica el paulatino y acusado pesimismo que han venido manifestando los encuestados en los últimos meses y su percepción de que la situación empeorará a lo largo del próximo año. La admisión explícita por parte del presidente del Gobierno, tras conocerse el sondeo, del «frenazo» que soporta nuestro crecimiento invita a pensar que ha tomado nota del descontento que anida en la sociedad ante el declive económico. Pero Rodríguez Zapatero se equivocaría gravemente si interpretara los datos sólo como la constatación de un lógico malestar por la merma en las expectativas personales, minusvalorando la desafección que puede estar provocando la gestión de su Ejecutivo. Resulta evidente a estas alturas que el Gobierno erró al resistirse a nombrar la crisis cuando ésta ya se había hecho palpable en los bolsillos de las familias, lo que distanció sus mensajes más confiados del sentimiento de desánimo que empezaba a prender en la población, al tiempo que desvirtuaba el valor de sus iniciativas para tratar de paliar los efectos de un enfriamiento económico que no se reconocía. Con su insistencia en garantizar que la pronunciada desaceleración no supondrá recortes en las prestaciones sociales, el Gobierno persevera en sus compromisos electorales mientras trata de transmitir la impresión de que asume la envergadura de los problemas y las consecuencias de éstos sobre los hogares más desprotegidos. Pero constituiría una nueva equivocación identificar la crisis únicamente con esos efectos, descuidando los que está causando ya a sectores sociales más amplios que precisan no sólo de la cobertura del Estado, sino de una respuesta consecuente del Gobierno a las dificultades a las que se enfrentan.