Turquía: ambiente irrespirable
La ilegalización del primer partido de Turquía (Justicia y Desarrollo), que ganó las dos últimas elecciones legislativas y formó el gobierno y la eventual condena al ostracismo político de todos sus dirigentes, con el presidente de la República y el primer ministro en cabeza, pueden llegar en cualquier momento.
Actualizado: GuardarLa decisión sería un disparate y un desastre político que solo añadiría tensión a un ambiente ya muy enrarecido y confuso que lleva lentamente al país a un punto de no retorno de incalculables consecuencias. En Turquía laten amenazas diversas sobre el statu quo institucional vigente.
El Tribunal, bastión del laicismo fundamentalista que inspira al régimen creado en 1923 por el general Ataturk, estimó una petición de la fiscalía para examinar la posibilidad de que la autorización dada a las jóvenes universitarias que lo deseen para ir a clase con pañuelo, vulnere la Carta Magna y sea una expresión visible de una pretendida agenda oculta del gobierno para la islamización integral del país.
La estupefacción de los aliados de Turquía, empezando por Estados Unidos y los países europeos, incluyendo aquellos que no apoyan necesariamente su ingreso en la UE, no ha servido de nada y el Tribunal, que se sabe respaldado por las fuerzas armadas, el Partido Republicano del Pueblo y una parte del viejo establishment económico, ha seguido adelante.
Las versiones precedentes del AKP fueron ilegalizadas en su día y siempre hubo que refundarlo para reiniciar el camino. Pero ahora llueve sobre un terreno muy mojado y complejo. El terrible atentado del domingo, con 17 muertos en Estambul, está siendo atribuido al PKK (insurgencia kurda) pero todavía no de manera concluyente y obligó al primer ministro Erdogan a pedir al público calma y unidad nacional.
Y el viernes pasado se anunció que va adelante una investigación sobre la Red Ergenekon mezcla inclasificable de mafiosos, golpistas y ultras que, según muchas versiones, prepararía la desestabilización definitiva para obligar a las fuerzas armadas a dar otro golpe y poner orden, empezando por la proscripción del islamismo.