La silla es el problema
Esto del Castillo de San Sebastián ya es como la Ópera de Sidney, pero en piedra ostionera. Cualquiera que diga otra cosa, que dude, que pregunte o tema, será señalado como un traidor a la causa gaditana, o a la municipal, que para algunos que trabajan en San Juan de Dios y periferia, debe de ser la misma cosa.
Actualizado: GuardarNadie puede poner en duda el logro municipal. Ni lo pone. Después de lustros de sangrante retraso administrativo (que no se le puede achacar sin mencionar también a la Junta y, sobre todo, al Gobierno) han sido los responsables de dar el primer paso en la anhelada e incierta utilización cultural del Castillo. Suyo ha sido el primer impulso, con el apoyo de una joven empresa gaditana. Suyo ha sido el esfuerzo y suyo es, por tanto, el avance de poder ofrecer las primeras pistas sobre lo que puede llegar a ser un emplazamiento tan deteriorado, difícil y peculiar como ilusionante.
Si ahora creemos intuir todo lo que hay que arreglar, estudiar e invertir en cuanto a los accesos de camiones, emergencias y espectadores, transporte público hasta la zona, sórdidas instalaciones interiores, seguridad o la protección del sonido frente al mar y el viento es gracias, sobre todo, a los que lo han abierto a los gaditanos, a los que al fin nos dejaron mirar.
Sin embargo, cuando se dice, esos que nos han permitido comprobar lo que hay, lo que falta, lo que nos parece, se dan por acusados, por ofendidos, cuando son los primeros que han permitido arrojar luz, opiniones personales y experiencias sobre un lugar deseado como pocos en Cádiz.
Por cierto, que dicen cientos de personas que las sillas son una porquería, de cabalgata, que no pueden estar amarradas, sin numerar, en un show por el que se cobran 40 euros. Que por mucho ensayo que fuera, el precio es lo único (por ahora) que tiene un lejano parecido real con lo de Sidney.