Público o privado
En todas las ciudades, como ocurre en Cádiz, suele haber un lugar de reunión y cotilleo llamado mentidero, donde lo público corría de boca en boca y lo privado, fuera verdad o mentira, se hacía público, porque nada interesa más a la gente que la propia gente. De lo privado sólo circulaba lo que se refería a unos pocos personajes conocidos del barrio o la ciudad, además de lo concerniente a una docena de figuras famosas como reyes y marqueses, obispos y tonadilleras, toreros o queridas. Fueron los medios de comunicación de masas los que ampliaron los mentideros, incluyendo a mucha más gente en la nómina de famosos, en la que ingresan principalmente por vía familiar (la cuñada o el padre de), bajuna (la ex del novio de), de reparto (la que sale en) o viperina (la que dice que fulana dijo o hizo en). La calculada ambigüedad de las leyes que debieran proteger la intimidad concede barra libre si se trata de famosos o sujetos de interés público. Así que es la zorra (la prensa que hace famosillo a cualquier chikilicuatre) la que guarda el gallinero.
Actualizado: GuardarConvertida la información sobre lo privado en mercancía y ganancia, ya nada puede parar la explosión de lo privado en lo público, acaparando cada vez más espacio en las parrillas y tabloides de unos medios, cuyo poder político, económico y mediático les confiere una casi total inmunidad. Escondiendo sus intereses gremiales detrás de las sacrosantas libertades de expresión y de prensa y en nombre del interés general se blindan contra los damnificados, sean individuos o instituciones.
Por otra parte, la sociedad tecnológica ha convertido el planeta entero en un inmenso Hollywood, con millones de extras que son filmados permanentemente en calles, autopistas o supermercados interpretando sus propias vidas, haciendo público lo que debiera ser privado. Hasta el sacrosanto hogar llegan los ojos del Gran Hermano, que con sus cookies espían desde el fondo del escritorio del ordenador, mientras millones de webcams llenan la red de una intimidad casposa y cutre de individuos ansiosos de hacer pública su anónima vida privada, impelidos por el fracaso de sus relaciones interpersonales, devaluadas por el ombliguismo y la mercantilización de los afectos.
El tercer nivel del asalto a los cielos de lo privado se produce en la esfera de la política, donde cada vez pesan menos la ideología, los partidos y los programas y ganan peso los candidatos, de los que cada vez importa menos su competencia y más su carácter, estado de ánimo o vida íntima. Daniel Innerarity afirma que se está modificando el esquema de articulación entre lo privado y lo público: una invasión de lo privado que tiene relación con el vaciamiento y la trivialización de los contenidos políticos, sustituidos por la simpatía o la confianza de, o en, los candidatos. En definitiva, el gobierno de lo público se ve mezclado y sustituido progresivamente por la vida privada de los políticos, que adquiere el mismo nivel de importancia que los asuntos de Estado. La política se ve así desplazada por imágenes manipuladas que publicitan la intimidad de los políticos gracias al control que determinados líderes como Sarkozy o Berlusconi poseen sobre las grandes corporaciones mediáticas, configurando progresivamente una Sociedad del Espectáculo, como acertadamente la denominaron los situacionistas hace 40 años, y que Régis Debray acaba de actualizar en La obscenidad democrática (Flamarión, 2008).