Sanguinario mimetismo
La desarticulación del denominado 'complejo Vizcaya' de ETA ha permitido descubrir en toda su crudeza los planes que ideó la banda terrorista para romper la tregua. Es un sarcasmo expresivo de su fanatismo que el comando etarra decidiera autodenominarse «Askatu haizea» -liberad al viento- cuando su cometido era destruir, asesinar y secuestrar. El propósito de los terroristas de reeditar la sádica representación del martirio infligido al joven concejal popular de Ermua Miguel Ángel Blanco en la persona del edil socialista eibarrés Benjamín Atutxa es suficiente para constatar el mimetismo sanguinario que rige sobre los activistas de ETA. Una apuesta tan evidente por la sublimación del asesinato como método de amedrentamiento social y de presión política no permite a las instituciones democráticas alentar expectativa alguna sobre un «final dialogado de la violencia», como de manera sin duda oportunista ha tratado de hacer el Gobierno vasco frente el acuerdo alcanzado entre el presidente Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy. Ni siquiera el lehendakari Ibarretxe puede sentirse legitimado para fomentar estrategias voluntaristas o sencillamente interesadas haciendo caso omiso a cuál es la voluntad de ETA. Porque al obviar tan amenazadora realidad invita tanto a la sociedad vasca como a la sociedad española en general a correr el riesgo de entregarse atadas de pies y manos a los verdugos del terror.
Actualizado: GuardarLas instituciones, y el Ejecutivo vasco entre ellas, no pueden suscitar esperanzas en el diálogo con quienes hacen tiempo que dejaron claro que desean cualquier cosa menos dialogar. De lo contrario estarían propiciando que los matarifes de ETA sigan marcando la pauta con la seguridad de que, llegado el momento, su trayectoria de muerte será reconocida en una mesa de negociaciones. El mantenimiento de tal perspectiva constituye, en estos momentos, la equivocación más grave que podría cometerse desde la política democrática en una estrategia que pretenda acabar cuanto antes con la violencia terrorista. Sería tanto como conceder una prórroga a gentes como Goikoetxea y como Eceiza. Tanto como invitar a los violentos a proseguir con su agenda de atentados concediéndoles, además, el privilegio de decidir cuándo quieren que se escenifique la próxima negociación.