Serranos
Ya está. Se acabó. Para siempre (o por lo menos, «para siempre de momento» como decía el otro). Hablamos de Los Serrano. Ha terminado una de las series más longevas de nuestra televisión. Merece ser despedida con aplausos. Sin embargo, esta despedida no ha estado libre de críticas acerbas. Es natural. Aquí siempre habrá, por fuerza, un divorcio entre los productores y los críticos. Los críticos, por lo general, esperamos que la tele nos alegre la vista con historias bien hechas, llenas de intensidad y de calidad y, a ser posible, sorprendentes; pero lo que el productor espera es ser capaz de fabricar una obra que atrape rápidamente al espectador, que mantenga su fidelidad eternamente y que llegue incluso a emanciparse de la propia historia que está contando, o sea, la supervivencia del relato sin narración que lo sustente.
Actualizado: GuardarY el espectador, ¿qué espera? A todos se nos ocurren docenas de respuestas, pero en realidad esta es la pregunta del millón, porque, a fecha de hoy, nadie sería capaz de acertar plenamente. Hemos tenido en pantalla historias de factura prodigiosa que la gente ha despreciado ignominiosamente, series fabricadas buscando el éxito ex profeso que no se han comido un colín y, en fin, productos deleznables que el público ha consumido como palomitas en el cine, y las razones del éxito o del fracaso son tan heteróclitas y aleatorias que uno no sabe a qué carta quedarse. El público es imprevisible; por eso, entre otras cosas, la de productor televisivo sigue siendo una profesión de riesgo.
Los Serrano es un perfecto ejemplo de serie concebida para gustar al público, que empezó gustando también a los críticos y que ha terminado cortada a la medida de los productores y sus aspiraciones de rentabilidad eterna. Creo que prolongar Los Serrano otra temporada habría sido una indecencia. Y sin embargo, las cosas han terminado de tal manera que cualquier productor perfectamente podría marcarse dos o tres temporadas más, o una Los Serrano renovada, o un spin off de la tribu Resines. Cualquier historia puede ser interminable.