ANDALUCÍA

estos tiempos

LOS gacetilleros curtidos en mil batallas (incruentas) sobre el ciclo de la incorporación de la mujer a la vida política andaluza, siempre lucimos una chispa incierta en los ojos cuando nos demandan los primeros recuerdos de esa épica histórica de la transición y una mueca en la boca que recuerda a una sonrisa al citarnos nombres concretos de damas que estuvieron en aquella etapa iniciática de la democracia.

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Sin nostalgias, juro. Nos faltó siempre tiempo y sosiego para tal ejercicio cara a cara ante el espejo de la conciencia. Recordamos a Soledad Becerril nombrada ministra de Cultura por el difunto ex presidente Leopoldo Calvo Sotelo en un gobierno de la UCD. O a Amparo Rubiales cuando el versátil ex presidente de la Junta, Rafael Escuredo, la nombró en su primer gobierno juntero consejera de Presidencia.

De Soledad las hordas rojas del periodismo andaluz la tacharon siempre de florero en la mesa del poder. Una ignominia. La señora trabajó con dignidad en un gobierno que olía a hundimiento y liquidación por derribo. Las mismas hordas que asintieron con cierta frialdad ante el nombramiento de la hoy Grande de España, doña Amparo.

A partir de tales hitos, abundaron, comedidamente, los nombres femeninos en la reciente historia política de Andalucía. No como ahora, que entre el líder Rajoy y el mandatario Chaves avergonzarían a los mandamases de aquel tiempo paleolítico de la democracia patria, incluyendo a los ilustres Felipe González y (al insondable) Alfonso Guerra.

Porque lo de estos tiempos no es ni tendencia, ni moda, ni reflejo de una realidad. Y es que la historia es la realidad más vengativa del periplo humano. Lo hemos visto en la epopeya de Rajoy al centro y en la fijación feminista del prudente Chaves.

La política tiene nombre de mujer, pero las grandes corporaciones públicas y privadas de la vida internacional, con nervio económico, no quieren ni oír lo más mínimo sobre la materia.

Pues serán condenadas por esa historia que ya no la escribe el hombre. Los menos torpes del periodismo se percataron 'in extremis' y unos están ahora colaborando con organizaciones humanitarias en defensa de la mujer y con apostolados contra el neo machismo italiano y el totalitarismo de género en el extremo oriente.