Sarkozy en Estrasburgo
La crisis provocada por el «no» irlandés al Tratado de Lisboa obligó ayer a Nicolas Sarkozy a centrar en ese tema la presentación de los planes de la presidencia francesa ante el Parlamento Europeo. La promesa de que en unos meses la UE contará con un principio de solución, negándose a renegociar el Tratado y subrayando la encrucijada entre Niza y Lisboa, tiene la ventaja de la claridad y de una apuesta política por una reforma globalmente beneficiosa para la Unión de 27, en tanto que se pretende negociada y respaldada por todos los gobiernos. Pero el amplio apoyo mostrado por los europarlamentarios a las intenciones de Sarkozy tampoco puede obviar que éstas presentan también dos riesgos, dado que el presidente francés mantiene la indisposición de los líderes europeos a escuchar a sus respectivas sociedades en materias relacionadas con la integración europea, mientras confía en que Irlanda termine convocando un nuevo referéndum sobre el texto rechazado en junio -coincidiendo posiblemente con las elecciones al parlamento europeo- y votando afirmativamente en esta segunda ocasión. Es de desear que el mensaje dirigido al presidente de Polonia, recordándole que debe cumplir con el compromiso adquirido en Lisboa y culminar la ratificación de dicho Tratado, no suscite una reacción contraria a la pretendida por Sarkozy. Pero con su advertencia de que sin ese nuevo Tratado no habrá ampliaciones olvidó que los países candidatos no son culpables de lo ocurrido, despreciando además las posibilidades que pudiera ofrecer la ampliación como una vía propicia a introducir reformas en las reglas de juego europeas en caso de que el acuerdo de Lisboa no saliera adelante.
Actualizado: GuardarLas otras prioridades del semestre francés al frente de la UE -cambio climático, energía, defensa y reforma agraria- deberán ser clarificadas ante la cumbre europea de octubre. Pero parece evidente que en cuanto a las dos primeras Sarkozy tratará de apuntalar el modelo francés de una energía barata sustentada en el desarrollo de la nuclear. Una posición que estará presente en el debate para la definición de una política europea de cara a la Conferencia del Clima de 2009, y que invita e incluso obliga al Gobierno de Rodríguez Zapatero a abordar la cuestión de manera abierta, sin sortearla como tabú.