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El PP catalán sigue a Rajoy

El PP catalán celebra su Congreso regional este fin de semana -simultáneamente al del PSOE- y el recientemente confirmado presidente nacional del partido, Mariano Rajoy, ha creído oportuno dar un golpe de mano para poner orden en el caos. Razones no le faltan a Rajoy: Cataluña sigue siendo el gran 'agujero negro' del PP que impide a la formación ganar elecciones, y de no haber actuado con firmeza Madrid, cabía presagiar que la fracción catalana del partido, en lugar de enderezar el rumbo, se hubiera sumido en grandes y graves contratiempos.

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La historia es conocida pero conviene revisarla desde la etapa de Alejo Vidal-Quadras, un visceral antinacionalista con buena formación intelectual y que dirigía la formación política en Cataluña cuando José María Aznar ganó las elecciones de 1996 y necesitó la cooperación de CiU para gobernar. Vidal Quadras consiguió cristalizar a su alrededor toda la clientela de su mismo signo, lo que le ofreció buenos resultados, pero no escapó de su sacrificio político a manos de Jordi Pujol, que exigió su traslado al Parlamento Europeo. Tras ello, el PP emprendió un camino anodino hasta que en 2002 Josep Piqué, ministro de Aznar desde 1996, fue enviado a dirigir el PP catalán.

Piqué era perfectamente capaz de entender que en el Principado era posible hacer política sin ser nacionalista, pero no sin estar impregnado de una cierta pátina de catalanismo que permitía mantener una natural capacidad de relación con CiU. Pero en julio de 2007 el entonces secretario general Ángel Acebes lo destituyó fulminantemente, dando paso a Daniel Sirera, jaleado entonces por la COPE como la antítesis del espíritu integrador y dialogante de Piqué. Quien mejor había representado la propensión 'centrista' durante la etapa de Aznar había sido sustituido por un 'duro' de la escuela de Vidal-Quadras.

Sirera, inconsistente y maleable, ha ido adaptándose a las nuevas situaciones, pero no es hombre adecuado para plasmar en Cataluña la mudanza que ha impreso Rajoy a su partido en el Congreso de Valencia. Alberto Fernández Díaz, antiguo presidente del PP catalán, le plantó cara con la presentación testimonial de su candidatura, que fue la que consiguió más avales, y la heterodoxa y peculiar Montserrat Nebrera presentó la suya. Finalmente, Génova ha impuesto la candidatura de Alicia Sánchez-Camacho, nombrada portavoz del PP por Fernández Díaz en 2000 como rostro de la renovación catalanista, mano derecha de Piqué y capaz de actuar durante la etapa de éste como puente entre Cataluña y Rajoy. Sirera y Fernández han optado por respaldarla.

Sánchez-Camacho se reconoce como liberal y no reniega del catalanismo, aunque rechaza el nacionalismo. Además, fue requerida por Rajoy para redactar la ponencia política del Congreso de Valencia, que suscitó la defección de María San Gil, por lo que está profundamente involucrada en el cambio de rumbo aperturista que ha supuesto el hito congresual.

La imposición de Sánchez-Camacho desde Madrid supone un lastre político que deberá sobrellevar al principio, aunque es muy probable que consiga pronto una sólida legitimidad de ejercicio.