El futuro se llama Cesc
El medio cuajó un partido discreto, correcto, pero a sus 21 años está llamado a ser una de las referencias mundiales
Actualizado: GuardarDespués de más de cuatro décadas de larga espera, España reina de nuevo en Europa. Anoche, en el Ernst Happel de Viena, cayó Alemania, triple campeona mundial, una selección sometida por el talento de Xavi, Silva, Torres y Cesc. Este último, con 21 años recién cumplidos, está llamado a ser uno de los grandes referentes del fútbol planetario. Ayer firmó un partido discreto, sin brillo, pero dejó claro que el futuro es suyo. No necesita reloj, porque tiene tiempo.
Cuando todavía era un niño, pegado a una pelota en las calles de su Arenys de Mar natal, Cesc Fabregas tenía un tesoro. Una camiseta de Pep Guardiola dedicada: «Algún día serás el 4 del Barça». Acertó el número, pero se equivocó de equipo. Con apenas 16 años, la perla cultivada en La Masía cogió un avión y voló a Londres. Arsene Wenger, entrenador del Arsenal, apostó por una promesa y la trabajó hasta convertirla en realidad. Steve Rowley, responsable de la red de ojeadores del club, estuvo muy encima del chaval, aún menor de edad, que añoraba a sus padres, la 'escudella' (sopa) de su abuela Isabel y a su pandilla. El sacrificio ha valido de pena. Con la camiseta de los 'gunners' se ha convertido en uno de lo mejores medios del mundo y, desde ayer, descansa en la cima de Europa.
El medio no ofreció contra Alemania su mejor versión, sabe hacerlo mucho mejor, pero demostró que la calma y el criterio son dos variables que maneja con solvencia cuando le falta precisión. Los pases del '4' del Arsenal han cautivado la grada del Emirates Stadium, antiguo Highbury, que le idolatra. Cuando localiza a Adebayor o a Eduardo, los hinchas entonan 'We've got Cesc Fabregas' -tenemos a Cesc Fabregas- al ritmo del aria de 'Rigoletto', la ópera de Verdi, 'La donna e mobile'. Es uno de los politonos más solicitados del conjunto londinense, a cinco euros la descarga. Él mismo lo tiene en su móvil.
Con paciencia
Cesc tardó en entonarse ayer ante los alemanes, aunque emergía de repente para desordenar la zaga germana. Apenas salió en televisión, bien controlado por Frings, pero con el paso del tiempo ganaba presencia en las operaciones ofensivas de España. El orden defensivo desplegado por la tropa de Löw le obligó a retrasar en exceso su posición en busca de la pelota, muy cerca de Puyol y Marchena, lejos de la zona de peligro. No se impacientó en ningún momento y, lejos de arriesgar, entregó el partido a Xavi, que sirvió a Torres el único tanto de la final. Una simbiosis perfecta.
Aragonés le cambió en la segunda mitad. Dejó su sitio a Xabi y algún que otro destello de calidad. Cesc sabía que podía haber dado más, pero no se volvió loco. A sus 21 años, tiene asfaltado el camino hacia el futuro.