El PNV se condena
La aprobación del proyecto de consulta de Juan José Ibarretxe oficializa hasta tal punto el triunfo de su desafío soberanista sobre el moderantismo oficial de su partido que la dirección del PNV no se jugará en realidad las elecciones autonómicas contra los socialistas de Patxi López, sino contra quien con casi total seguridad volverá a ser su candidato a 'lehendakari'. Las manifestaciones de Iñigo Urkullu subrayando la capacidad de decisión de su ejecutiva en la gestión del pantanoso escenario que se abre a partir de ahora y hasta que Ibarretxe anuncie la fecha de los comicios resultan un ejercicio de voluntarismo, una vez que todas y cada una de las apelaciones realizadas al jefe del Gobierno vasco para que modulara sus posiciones han sido desatendidas. Es incluso dudoso que el 'lehendakari' haya interiorizado la voluntad de su partido de dilatar al máximo una legislatura vacía de contenido desde hace meses, aunque finalmente su decisión pueda coincidir con los intereses de quienes creen que alargar la agonía enfriará las expectativas de los socialistas. Pero el dilema en el que está encajonado el sector del PNV incómodo con el inexorable calendario fijado en Ajuria Enea no tiene tanto que ver con el momento en el que se convoque a los ciudadanos a las urnas, y sí con el hecho de que siendo Ibarretxe su mejor activo electoral, sólo una derrota incontestable permitiría al partido reorientar la estrategia de enfrentamiento abierto con el Estado.
Actualizado: GuardarLa asunción por parte de los dirigentes peneuvistas del 'no' de Rodríguez Zapatero como la justificación que les permitiría seguir avalando las pretensiones del 'lehendakari' no sólo implica amarrarles a la fallida apuesta por el frente nacionalista germinado en Lizarra, cuando el PNV quedó eclipsado por el encantamiento que ejercían las promesas incumplidas de la izquierda abertzale de desmarcarse del terror de ETA. El riesgo ahora, una década después, es aún más profundo para los peneuvistas. La reelección de Ibarretxe subsumiría a todo el partido en un proyecto de perfiles tan difusos como radicalizados, en el que el 'lehendakari' ya no actuaría como el principal representante institucional de su formación, sino como el líder de una coalición -expresa o implícita- inclinada al cuestionamiento constante de la legalidad.