El recorte
Leídas, con el respeto que merecen siempre las declaraciones de un presidente democráticamente elegido, deduzco que lo que nos ha dicho Zapatero es que la situación es desesperada, pero no grave. Entre los empresarios que asistieron a su discurso ninguno tenía cara de preocupación: los que no estaban satisfechos era porque estaban contentos. La anunciada rebaja del crecimiento a menos del 2 por ciento puede que les quite beneficios, pero no les quita el sueño. No deja de ser confortador que las medidas para reactivar la economía no incluyan a las que jamás han estado inactivas.
Actualizado: GuardarQuizá sea cierto que a ninguna persona le han tocado unos buenos tiempos en los que vivir. Ni siquiera la llamada belle epoque fue bella para todo el mundo, ya que nadie puede librarse de infortunios personales, pero las hay realmente feas. Malas rachas duraderas que afectan a un par de generaciones, unas veces por culpa de las malditas guerras y otras por lo que en las coplas se denomina el maldito parné. Intentar paliar esos ciclos históricos con una serie de medidas es un admirable propósito, pero hay que lamentar que no se haya emprendido antes. Cuando a la crisis se la veía venir empezamos por no identificarla como tal y le negamos su nombre. Llamarle reajustes a las subidas y regulación de empleos a los despidos tiene más repercusión en la sintaxis que en el estómago.
Por algo se empieza, pero lo malo es que no sabemos cómo vamos a acabar. ¿Hay alguien que se crea honradamente que la congelación de sueldos en el Gobierno va a repercutir de modo decisivo en nuestra economía? Eso es el chocolate del loro y nunca mejor dicho, ya que nuestros políticos son como cotorras. Aquí los que nos tenemos que sacrificar somos nosotros. El destino es el destino y las tradiciones son las tradiciones.