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El SPD afronta una profunda crisis interna que le puede llevar al borde de la extinción

Cuando Kurt Beck, un hombre afable, bonachón y gran contador de chistes, fue elegido presidente del Partido Socialdemócrata alemán (SPD) el 15 de mayo de 2006, hizo una promesa que ahora tiene a su formación inmersa en la peor crisis de los últimos sesenta años. En su primer discurso como jefe del partido más antiguo de Alemania, Beck aseguró que devolvería al SPD a sus viejas raíces para recuperar el perfil casi olvidado de una agrupación de masas, de izquierdas y defensora de la justicia social.

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«Debemos tener un perfil claramente de izquierda y nuestro partido jamás aceptará una política que pueda convertir la libertad y la justicia social en polos antagónicos», declaró Beck. «Nuestras ideas son las correctas y el SPD es el partido de una nueva economía social de mercado», apostilló. El discurso del líder socialdemócrata fue ovacionado por los delegados que asistían a un congreso extraordinario del partido que le otorgó la presidencia con un aplastante 95% de los votos.

Pero, a pesar del excelente resultado, muchos analistas apuntaron que Beck carecía de ideas innovadoras para hacer frente a los desafíos de la globalización y que tampoco era el más adecuado para sacar al partido de la grave crisis de identidad en la que se sumergió a causa de la polémica 'Agenda 2010' que impulsó el ex canciller Gerard Schröder.

No se equivocaron. Dos años después de haber asido las riendas, Beck es un político devaluado y el SPD está hundido en un pozo que hace temer por su supervivencia. Una encuesta reciente realizada por el instituto Forsa revela que el partido sólo cuenta con un 20% de intención de voto, muy por debajo del 36% de la CDU y solo cinco puntos más que La Izquierda. Y más peligroso aún: el SPD sufre una pérdida masiva de militantes que parece no tener fin.

«El SPD es un partido acomplejado, desorientado y contaminado por el miedo», constataba el semanario 'Die Zeit', al dar cuenta de la mala situación bajo la dirección de Kurt Beck. «No sólo los votantes se alejan del SPD. La misma formación se ha despedido de sí misma hace tiempo», afirmaba el politólogo Franz Walter, quien definió el proceso que vive el histórico partido con una palabra categórica: implosión.

Cuando los analistas intentan explicar las causas de la hecatombe se ven obligados a recordar la crisis que desató Schröder cuando se atrevió a promover cambios radicales en el legendario sistema de bienestar germano, con su famosa y polémica 'Agenda 2010', que introdujo por primera vez en más de medio siglo una serie de recortes sociales destinados a modernizar el anquilosado mercado laboral. El contenido de aquel documento desató una furiosa revuelta en el SPD, donde el ala izquierdista calificó las medidas como una traición a los ideales del partido. Schröder tuvo que recurrir al chantaje para impulsar su plan de reformas: amenazó con renunciar al cargo de canciller si su propio partido rechazaba la agenda.

El SPD se vio obligado a ceder pero las impopulares medidas adoptadas por Schröder trajeron una ola de deserciones masivas de afiliados y marcaron el comienzo del fin de la carrera política del ex jefe de Gobierno. 'Justicia social' fue el lema que utilizó Ferdinand Lasalle para fundar el movimiento de trabajadores del que nació el SPD hace 145 años. ¿Cómo podían votar sus herederos por un partido que por primera vez renegaba de la justicia social?

Pero cuando los analistas tratan de explicar el dilema actual mencionan sin vacilar una fecha clave: el 16 de junio de 2007. Ese día surgió en Berlín un nuevo partido liderado por Gregor Gysi y Oskar Lafontaine: La Izquierda, que prometió una estrategia robada del programa del SPD: una política socialdemócrata.