Y no la de Merimée
El pasado miércoles comenzó el casting para la segunda edición del programa Se llama copla. La selección empezó en Cádiz, quizá por azar o quizá porque somos muy cantamañanas, que todo puede ser. Que somos capaces de dejarnos la piel en el pellejo, como decía Sofía Mazagatos por cualquier pamplina de la Plaza Mina. Cuatro logotipos para un mismo evento donde hay más jefes que indios son muchos logotipos, y a cual con menos interés para los ciudadanos que cada vez están más lejos de la Pepa, de la Constitución y del Doce, y que en estas fechas están en otros asuntos.
Actualizado: GuardarNo es la canción del verano, pero lo parece. Cada año es lo mismo, o peor. Porque en este afán de vivir la vida peligrosamente el fin del curso escolar se nos plantea como un drama o si no, miren el fondo de su cartera, subió la hipoteca, tuvo que hacer la reserva de los libros de texto -¿no eran gratis?- pagó el IBI, y aún así lo peor estaba por llegar. No es la canción del verano, pero sí es la banda sonora de su vida. ¿Qué hacer con los niños durante tres meses? Hubo un tiempo cuando ni siquiera la selectividad era noticia, los más pequeños cerraban los libros y abrían la puerta del larguísimo estío, y llegaba el verano. Con esto de tener que conciliar la vida laboral con la familiar empezaron los quebraderos de cabeza, porque hubo un tiempo, no muy lejano, en que no había nada que conciliar. Uno/una (me encanta la igualdad) trabajaba y se buscaba la vida confiando a los niños en la abuelas, en las vecinas, en quien fuera, sin más. Pero luego nos contaron que éramos unas víctimas del sistema y que el trabajo era una lacra para la familia, porque en el fondo las leyes de conciliación no son más que la penitencia de nuestras culpas. Cuando no existían tantos meses de baja maternal, ni posibilidad de reducción horaria, ni de excedencia, las mujeres seguían teniendo hijos y seguían trabajando. El estado del bienestar, tiene esto además, que nos complica excesivamente la existencia.
Y así andamos. Dándole vueltas a dónde colocar a los niños desde ayer y hasta que El Corte Inglés nos diga que empieza el colegio y entonces nos entre una alegría compulsiva que nos haga recordar que no es la canción del verano, pero lo parece. Las músicas son siempre las mismas y las letras las pone el banco. Un espanto.
La oferta veraniega de aparcar a los niños, llamada eufemísticamente campamentos urbanos -alguien debería hacer un estudio serio sobre el eufemismo en el lenguaje políticamente correcto- es cada vez más amplia. Lo recogía LA VOZ hace unos días, el Ayuntamiento, la Universidad y algunos centros privados hacen una apuesta por la conciliación familiar y laboral ofertando talleres veraniegos para niños de tres a doce años -a partir de trece, la calle para correr- que, lejos de estar mal, son claramente mejorables.
El Ayuntamiento de Murcia oferta 1.700 plazas durante el mes de julio para actividades similares a las de Cádiz -medioambiente, teatro, baile, deportes, excursiones- pero de forma gratuita; el de Cáceres, también gratuito, se prolonga durante el mes de agosto. En La Coruña, el Ayuntamiento organiza campamentos urbanos, de día y tradicionales durante todo el verano con precios que oscilan entre los veinticinco euros de los urbanos y los ciento veinticinco que cuestan diez días en un campamento tradicional. Lo más destacado de la oferta coruñesa -una ciudad que, como era o sigue siendo, la intención de Cádiz, pretende convertirse en Patrimonio de la Humanidad- es la apuesta por la historia y la cultura de la ciudad, posibilitando que los más pequeños conozcan la literatura gallega, los mitos, la Torre de Hércules articulando todos los talleres en torno a su espacio más cercano e incidiendo en aquellos aspectos que habitualmente no contemplan los programas escolares.
En el caso gaditano, la propuesta municipal ya la conocen. Al elevado coste que supone matricular a los niños hay que añadir que sólo existen campamentos durante el mes de julio y que las instalaciones no son las más idóneas. Quizá hubiera sido una oportunidad única para el Ayuntamiento programar actividades culturales que acercaran a los más pequeños a ese evento que dicen que vamos a vivir dentro de muy poco y que si no fuera por la guerra de los logos pasaría desapercibido en la mayoría de los hogares gaditanos, que también la conciliación familiar estuviera impregnada del espíritu del Doce. El modelo a seguir lo tienen. El programa de Deporte Escolar, que ya ha cumplido once años, es un clarísimo ejemplo. Elaborar uno parecido en torno a la cultura de Cádiz, con talleres específicos sobre determinados acontecimientos políticos, patrimoniales e históricos sería una buena manera de poner en valor y rentabilizar la buena voluntad que tiene el Ayuntamiento en esto del Bicentenario.
No es la canción del verano, pero lo parece. Mientras tanto, esta noche tienen carrera de tacones, lanzamiento de bolso y celebración del Orgullo Gay en el barrio del Pópulo, y aquí seguimos con lo mismo, la tuya sobre la mía, nuestra Alcaldesa dice que es la alcaldesa de Cádiz y no la de la Pepa. Empezaron, ya les dije, las pruebas para Se llama Copla. Yo soy la Carmen de España, y no la de Merimée.