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Vuelve Emilio Oliva, triunfa Uceda y Morilla cae herido
Chiclana vivió una emotiva tarde de toros con el retorno de un maestro y el triunfo de Uceda Leal
| Actualizado: GuardarPasaban con creces las siete de la tarde cuando las calesas enjaezadas pasearon por el ruedo a las damas de honor de la feria, bellas y ataviadas con clásicas peinetas y coloristas trajes de flamencas. Estampa de añejo sabor y castizo espectáculo, con el que se demoraba aun más el ya retrasado inicio del festejo. Hasta la puntualidad, una de las tradiciones que siempre mantuvo la tauromaquia, se encuentra en la actualidad en vías de extinción. Con más de veinte minutos de retraso respecto a la hora prevista, sonaron por fín clarines y timbales para que la corrida diese comienzo.
En el paseíllo, un veterano que volvía a los ruedos en su tierra, Emilio Oliva. Y dos espadas desmonterados, Uceda Leal y Morilla, por ser nuevos en esta plaza.
El retorno del maestro local contó con el enemigo de un toro abrochado de cuerna, estrecho de sienes, de armónica y bonita lámina, una anatomía tan característica de su origen Murube. Pero no llevaba dentro ninguna embestida franca que regalar al dinástico torero. De corto recorrido, incierto y reservón, sólo permitió que Oliva derrochara un enorme esfuerzo, mostrara algunas dudas y expusiera mucha voluntad. Mal rubicadas sus actuaciones con la espada, parece arrastrar idéntica impericia toricida de sus anteriores etapas en activo. Perdió los trofeos por este motivo frente al quinto de la suelta. Supo aprovechar su encendida y humillada acometida para desplegar un toreo a la verónica con la suerte cargada que desbordó de rotundos olés en los los tendidos. Fue un astado noble y con cierto recorrido al que Emilio dio distancias en los cites y templó con gusto en algunos momentos de la faena.
Con relajado semblante, se le vio cómodo en la cara del toro, cuajando un trasteo variado y vistoso.
La desesperante falta de fuerzas de la corrida de Luís Albarrán convirtió en meros trámites los simulacros de suertes de varas. Esto mismo le ocurrió al primero de Uceda Leal, torero que supo aprovechar una pastueña y sosa embestida para demostrar su excelsa torería en tandas por ambos pitones. Toreo elegante que alcanzaría su cima en las clásicas y estéticas verónicas con las que recibió de capa al que cerraba plaza. Confirmó con extraordinarios estoconazos que es el auténtico as de espadas de la torería actual. Desorejó a sus oponentes y sólo el cuarto, orientado y reservón, se le resistió. Alejandro Morilla había clavado con decisión las zapatillas en la arena y empapaba de franela la corta acometida de su enemigo. En su primer cite por la izquierda sufrió una colada y en el segundo resultó cogido, zarandeado y buscado con saña en la arena, donde recibió derrotes en largos y dramáticos segundos.