EL RAYO VERDE

Bautismo de fuego de Bibiana

Dos meses después del día en que se hizo público su nombramiento como ministra de Igualdad, Bibiana Aido terminaba la jornada fumándose un pitillo en su coche oficial, seguido por otro de escolta, a las ocho y media de la tarde de un jueves intenso, en una semana dura, para seguir preparando en su casa -el piso oficial de la ministra de Vivienda, que es de Madrid y vive con su familia- el Consejo de Ministros del día siguiente y la agenda de la semana, tras zafarse de su jefa de gabinete, que no quería dejarle marchar, pese a verla agotada. Dos meses y un día desde que saliera de Moncloa con la sorpresa del encargo de Zapatero. Cuenta que después de las elecciones, en las que ocupó el número dos de la lista al Parlamento andaluz, se chismorreaba que sería consejera de Cultura y todo el mundo le preguntaba «¿te ha llamado ya Chaves? ¿te ha llamado el presidente?», de modo que cuando una voz al teléfono le pidió que fuera a Madrid al día siguiente para entrevistarse con Rodríguez Zapatero a las cinco de la tarde, pensó que era una broma. Hasta que el ave llegó a Atocha y vio que un coche oficial la esperaba, no se lo creyó. Luego, en el despacho presidencial, a medida que avanzaba la conversación más se extrañaba. No paraba de preguntarse qué quería el presidente de ella. Tres horas después lo supo. Guardó el secreto como debía, hasta que a la noche del día siguiente saltaron las alarmas.

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Cuando el jueves pasado recibía a LA VOZ, en la primera entrevista extensa que concedía a un periódico, para todos los diarios de Vocento, Bibiana Aido ya había sufrido su «bautismo de fuego» de la actuación pública. El lunes compareció ante la comisión correspondiente del Congreso para presentar sus proyectos. Un malentendido, «porque nunca hablé de un teléfono del maltratador» y un lapsus, «miembros y miembras», le colocaron en el centro de la diana. El miércoles, en el desayuno del Foro Nueva Economía, en el Ritz, la expectación era máxima. El presidente de la entidad comentó que se había desbordado la asistencia al acto, pues en vez del salón habitual se habían ocupado cinco, y había un número predominante de mujeres, sorprendente en un ámbito habitualmente muy masculino. Bibiana, presentada por Chaves, lo hizo bien, recibió aplausos y se entretuvo un buen rato en saludar a cuantos querían felicitarla, entre ellos los parlamentarios socialistas por la provincia, que compartían una cierta preocupación por que su compañera aprenda a moverse en las aguas profundas de la política nacional y de los medios. Ese día y el siguiente, una cadena de desafortunados desmentidos, una mala asesoría en comunicación, despertaron las furias. El viernes, la vicepresidenta intentaba dejar zanjada la polémica respaldando a su ministra.

Bibiana Aido lo tiene difícil por varias circunstancias objetivas: tiene que «vender» una moto complicada, un ministerio aún por montar, pequeño y con la trampa de la «transversalidad», que si bien es políticamente irreprochable, supone apuntarse en el «haber» programas de otros departamentos, aparte de tener unas difusas líneas de trabajo: «comisiones de igualdad», «informes de impacto de género», frases nada atractivas que suenan a retorcida burocracia, a rollo que se dice, aunque puedan llegar a ser útiles, que no lo cuestiono, es más, creo que la experiencia andaluza en este sentido es positiva.

Además, las líneas generales de su argumentario son provocadoras porque, como se está viendo, el machismo sigue impregnando el pensamiento común y se desata a la primera de cambio. Hasta los supuestos próceres de la progresía enseñan la patita machista, sin querer, cuando ven peligrar sus prebendas legendarias. Si a eso se le une que es una mujer joven, que es guapa, simpática y que no es borde, es que ya eso molesta mucho. A las mujeres no se les perdona una, todavía, y como no se muestren fieras -ejemplo Magdalena Alvarez- no se harán aún respetar. Y más, Bibiana es una outsider en la corte madrileña. Acaba de llegar, los cenáculos no la conocen, no está en ninguna tribu ni clan, ha llegado pronto a un lugar donde muchos quisieran estar, y sin pagar peajes a ninguno de ellos, así que es presa fácil. Aún así, tiene que evitar cometer errores, desdecirse, empecinarse en el retorcido léxico no sexista, y armarse de valor y de paciencia para la que le queda. Nadie dijo que fuera fácil, sí, y además, como dice el anuncio, un mal comienzo nunca es definitivo. lgonzalez@lavozdigital.es