La UE espera el voto irlandés
La baja participación anuncia que un millón de personas decidirá el futuro de una UE de 500 millones
| Actualizado: GuardarEl futuro del Tratado de Lisboa, que compendia la estructura constitucional de la Unión Europea ampliada a veintisiete estados, se conocerá hoy tras el recuento de votos en el referéndum celebrado ayer en Irlanda. A media tarde, la televisión pública, RTE, daba una estimación del 20% de participación, más alta en las zonas urbanas que en las rurales, más alta también en los distritos de clases medias que en los obreros.
Siguiendo las experiencias del pasado, se predecía un aumento de la participación a medida que avanzaba el día, con los colegios electorales cerrando a las diez de la noche. La cuenta de resultados comenzará en esta mañana y se espera que el cómputo final de los votos sea anunciado hacia las 19.00 horas.
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La ya predecible baja participación iba a ofrecer un balance llamativo. Algo más de un millón de irlandeses, un tercio de sus votantes censados, decidirá así la estructura constitucional de una UE que, tras la ampliación, agrupa a quinientos millones de habitantes. Esa paradoja sería relevante especialmente si, como predecían los sondeos, los irlandeses votan en contra de la ratificación. El Tratado exige, para su entrada en vigor, que los veintisiete estados lo ratifiquen para que entre en vigor en 2009.
Las consecuencias del 'no' irlandés han sido uno de los argumentos centrales de la campaña, con los partidarios del 'sí' advirtiendo que Irlanda no podrá renegociar el Tratado y quedará apartada del núcleo central de la UE y con los partidarios del 'no' asegurando que el Gobierno, partidario del 'sí', tendrá un mandato para negociar una reforma del conjunto del Tratado o cláusulas de exclusión para Irlanda en algunos aspectos polémicos.
Otro debate ha sido la misma materia de la consulta. Aunque Irlanda tiene un mandato legal de celebrar referendos sobre aspectos que modifiquen su Constitución de 1937, la celebración de un referéndum sobre un texto de unas cuatrocientas páginas, que los máximos responsables políticos del país han confesado que no han leído en su totalidad, planteó cuestiones sobre cómo se deciden asuntos tan importantes.
Un argumento esencial de los partidarios del 'no' es la percepción de que el Tratado de Lisboa otorga a las estructuras de la UE un poder de tomar decisiones sin contar con la voluntad expresa de los estados que la constituyen.
La historia de Irlanda en el siglo XX, presentada como una conquista de poder de decisión independiente frente a Reino Unido, crea una raíz nacionalista y de defensa de los pequeños frente a los grandes poderes. Aunque partidos nacionalistas irlandeses, como el del Gobierno, Fianna Fail, defienden el 'sí', el argumento sobre la pérdida de soberanía nacional ha sido fundamental.
En este sentido, los partidarios del 'no' han levantado la bandera de la neutralidad irlandesa como una tradición que peligra en las nuevas estructuras de la UE.
La neutralidad irlandesa es de nuevo producto de la propia historia del país. El Levantamiento de Pascua en Dublín, que inspira al nacionalismo irlandés del siglo XX, se produjo en 1916, intentando aprovechar la debilidad del Estado británico por el esfuerzo de la Primera Guerra Mundial. Se consagró en la Segunda, cuando la recién nacida República rechazó una alianza con Reino Unido, con quien disputaba la división de la isla. Un partido ultranacionalista como el Sinn Fein-IRA colaboró con los nazis para aprovechar de nuevo la guerra mundial en beneficio de su causa. Y la neutralidad se convirtió, desde 1945, en una faceta de Irlanda en su proyección internacional como país amable. Es un ideal en relativa crisis en el nuevo contexto internacional, pero con gran poder simbólico.
Mezclada con la cuestión de la soberanía ha asomado una amalgama de intereses sectoriales. Especialmente llamativa ha sido la actitud del sindicato de granjeros, opuestos inicialmente al Tratado, no por su texto sino como deriva de su preocupación por lo que pueda acordar sobre el sector agroalimentario internacional la representación de la UE en la negociación de la Organización Mundial de Comercio.
El primer ministro, Brian Cowen, logró que el sindicato de granjeros pidiera el 'sí' tras prometer que vetará cualquier decisión contraria a sus intereses. Pero los partidarios del 'no' dicen que Irlanda no tendrá ese derecho a veto si se ratifica el Tratado.
Democracia e intereses sectoriales van unidos en todos los países y la campaña irlandesa ha mostrado la dificultad de articularlos de una manera coherente. Ha ocurrido en Irlanda porque es el único país de los veintisiete que ha consultado a su población sobre el destino de la UE, algo difícilmente condenable.