CRÍTICA DE TV

Anfitriones

Antena 3 estrenaba esta semana una de sus novedades para tratar de levantar la franja de tarde: Ven a cenar conmigo, un concurso donde personas del común compiten por demostrar hasta dónde legan sus cualidades como anfitrión. Veremos a la gente cocinar, pero los concursantes también tendrán que demostrar otras habilidades en modo alguno secundarias: la presentación, el servicio, la elección de los vinos, el ambiente, etc. Este programa es un invento británico, de Channel 4, y para España lo ha adaptado Zeppelin. Este formato se emite en un montón de países y en Alemania y en Francia ha sido un verdadero éxito de audiencia.

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

La cosa consiste en que los anfitriones se suceden, uno a uno, invitando a los demás concursantes cada día de la semana: recepción, cena y sobremesa. Después de la cena, los invitados puntúan (en privado) al anfitrión. Cada viernes conoceremos al ganador de la ronda semanal, que se llevará 3.000 euros con los que organizar una buena cena. El programa, para darse misterio y morbillo, se presentaba así: «A través de una afición común, la cocina, el programa incentiva también la posibilidad de abrir nuevos círculos de amistad y relaciones personales entre los concursantes, hombres y mujeres mayores de edad, de diversas profesiones y distintas procedencias».

Luego, sin embargo, la cosa resulta bastante agradable e instructiva, porque a nadie le viene mal aprender cómo los demás hacen las cosas por ahí. Eso que se llama arte de recibir siempre ha sido una asignatura difícil, en la que es muy frecuente meter la pata de la manera más inesperada. Se trata, además, de uno de los rasgos fundamentales del saber vivir, y no es por casualidad si las civilizaciones más refinadas siempre han prestado gran atención a estos rituales. A lo mejor por eso en Francia y Alemania ha tenido este programa semejante éxito. En Alemania lo han llamado La cena perfecta, pero en Francia son tan perfeccionistas que lo han titulado Una cena casi perfecta, y se subrayará el carácter desesperante de ese «casi». Aquí, para la versión española, hemos optado por el tono coleguilla.