Cartas

Moises en el Cerro del Moro

A veces dejamos de ver en la calle personas con las que nos encontrábamos antes. Unos vivieron sólo para sí mismos en una especie de autismo despreocupado. Otros sufrieron ese equilibrio ángel/bestia al que todos estamos condenados. Pero algunos serán recordados pues dejaron tras de sí el germen de la bondad, pues se puede pasar por el mundo con una opción centrípeta en la que todo ha de converger en el yo o centrífuga en donde el yo se desborda fuera de sí.

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Hay quienes han luchado siempre por hacer más fácil y digna la vida de los demás y supieron convertir a los otros en nosotros.

Ese es el caso de Enrique Blanco, líder vecinal del Cerro del Moro. Enrique Blanco ha hecho de un páramo de chabolas -analfabetismo, delincuencia, prostitución, sida...- una barriada luminosa que ha perdido el complejo de suburbio maldito. Consiguió unos centenares de viviendas nuevas, un gimnasio, otras instalaciones,... y, sobre todo, una singular biblioteca abierta día y noche, con más de quinientas copias de llaves cualquiera puede usarla además como sala de estudio.

En oposición al hedonismo y raquitismo ético imperante hoy, en donde el Homo/Single por no comprometerse no se casa y por evitar problemas renuncia a sus hijos, Enrique, olvidado de sí mismo ha rescatado de la ignorancia y de la penuria y ha dado techo a los de su barrio, como el patriarca de una gran familia. Y con serenidad puede contemplar ahora la tierra prometida.

El Cerro del moro tiene una deuda con Enrique, su mujer Mª del Carmen y sus hijos. Sé que ahora en el reposo del guerrero está peleando con menor entusiasmo, pues se trata de su propia vida y no de la de los otros.

Enrique, has de luchar ahora con mayor tesón, porque, creas o no en el destino, sin saberlo ya lo estás cumpliendo.

Jose María Vinardell Gonzalez.

Cádiz