Tres logos, ningún logro
Tal y como está el patio, el Bicentenario pasará sin pena ni gloria, con los políticos más preocupados en pelearse entre sí que en unificar esfuerzos
Actualizado: GuardarBicentenario. La Pepa. Cádiz cuna de la libertad. Magnífica excusa para aprovechar la collá y pegarle un empujoncito a esta ciudad, que bien lo necesita. Lo hizo Sevilla con la Expo, Barcelona con las Olimpiadas, Castilla La Mancha con el IV aniversario del Quijote o Galicia con el año Xacobeo. Cualquier excusa es buena para revitalizar Cádiz en todos los aspectos: económico, social, cultural... La efeméride a conmemorar es lo suficientemente importante como para atraer la atención de toda España. Si se hacen las cosas bien, claro. Si se hacen pensando única y exclusivamente en lo mejor para la ciudad y la bahía.
Pero hete aquí el problema. Los políticos locales están mucho más interesados, pero muchísimo más, en sus guerras particulares, en mantener su sillón o tratar de arrebatárselo a su contrincante, que en pelear por el objetivo común. No es éste un problema exclusivo de Cádiz, obviously. Es un mal que afecta a toda la clase política mundial, salvo alguna honrosa excepción que servidor no tiene el gusto de conocer personalmente.
Cualquier decisión que se toma a nivel político tiene como primer objetivo -nadie puede tener la menor duda- el apuntarse un tanto. Y luego ya vienen los demás pequeños detalles como los de servir a los ciudadanos que les votaron y demás pamplinas. Así ha sido siempre y así seguirá siendo. De ahí que las víctimas de ETA, los Prestiges, los submarinos nucleares, el amor entre personas del mismo o de distinto sexo o las diferentes guerras repartidas por el mundo sean simples armas arrojadizas para atacar al contrario, sin que en el fondo a nadie le importe lo más mínimo solucionar los problemas. Sólo sobrevivir en el lamentable circo de la política.
Aplicándolo a lo más cercano, cada día asistimos a espectáculos como el de la alcaldesa y la ministra de Fomento peleándose para ver quién es la mamá del segundo puente. O a lamentables cruces de acusaciones entre Loaiza y Pérez Peralta, Romaní y Román o Antonio Sanz y el resto del mundo en general.
Pero a nadie parece importar que dentro de tres años y medio todos los focos tienen que mirar hacia Cádiz. En eso deberían emplear sus energías. Ese es el objetivo en el que a día de hoy todos deberían estar pensando. Porque con esa excusa hay que lograr una Plaza de Sevilla remodelada, un tren de alta velocidad que llegue hasta allí, un Oratorio de San Felipe reformado, un segundo puente terminado, un edificio operativo en la Punta de San Felipe, una Cárcel Real también remozada, un Castillo de San Sebastián aprovechable por los gaditanos y un sinfín de infraestructuras más. Sin mencionar la oferta cultural y social con exposiciones, conferencias, conciertos, teatros...
Sin duda un objetivo más que ambicioso, del que poder sentirnos orgullosos. Si luego no se logra todo, que al menos se haya intentado. Pero da la impresión de que va a ser harto complicado, porque cada uno, cada partido, cada institución, está haciendo la guerra por su cuenta. ¿Se imaginan ustedes a Manuel Chaves, Francisco González Cabaña y Teófila Martínez sentados a la misma mesa una vez al mes para poner ideas en común, unificar criterios y repartir esfuerzos olvidando que unos son del PSOE y la otra del PP? Imposible.
Por eso existen tres logos distintos, por eso cada uno tiene su propia página web, por eso cada uno organiza sus propios actos sin contar con el de al lado. Y por eso es más que probable que Cádiz vea pasar esta excelente oportunidad. Y que cuando llegue 2013 comprobemos que de ese objetivo apenas nada quedó. Que pasó con más pena que gloria.
No está de más que los vecinos de Santa María del Mar se bajen cada tarde a su plaza para pedir que no se construya allí un chiringuito. Es importante que los vecinos de Astilleros reclamen la mejora de los equipamientos de su barrio. Pero también sería importante que la sociedad gaditana en general se concienciara que el aniversario de la Constitución de 1812 -que mire usted por dónde se firmó aquí- puede y debe marcar un punto de inflexión en la vida de esta ciudad.
Todos estamos en la obligación de reclamar a nuestros políticos, sean del signo que sean, que se centren en ello, que se pongan de acuerdo. Porque ellos solitos no lo van a hacer. Simplemente seguirán ocupados en ver quién pronuncia el discurso más ocurrente, en quién descalifica al oponente de forma más contundente. Se supone que La Pepa nació precisamente de ahí, del consenso de todos en un momento crítico para la historia de España.
¿Lo lograremos? Probablemente, no. La película está clara. De aquí al 2012, todos tirándose los trastos a la cabeza y en 2013, todos lamentándonos de lo que pudo ser y no fue. En fin, quizá nuestros tataranietos lo hagan mejor que nosotros cuando llegue el 2112.