LOS PELIGROS

Quejas

En pocas semanas distintos comentaristas de LA VOZ, cada uno con su propia escala de valores, hemos coincidido en que algo de opinión crítica empieza a asomar entre los ciudadanos de Cádiz. Creo que esta mayor exigencia, o si se quiere esta visibilidad al mismo tiempo de protestas distintas, tiene que ver con cierto hartazgo de una manera de hacer política poco adulta, que combina la falta de previsión, la inoperancia y el echar permanentemente las culpas de todo lo que falle a los demás. Tanta oposición a la oposición, cansa. Si quieren un ejemplo, lo peor del polémico restaurante-mirador sobre plaza pública es el desprecio de los instrumentos de ordenación del urbanismo, el incumplimiento sobre la marcha de las previsiones que ellos mismos hacen de lo que es necesario y lo que no. Eso transmite una gran inseguridad porque convierte toda la ciudad en provisional. La hace depender de cambios de humor, de nuevas ocurrencias, de conveniencias electorales.

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El tamaño importa tanto que los vecinos pueden medir, en esa desmesura, el poco respeto que les tiene alguien que ahora dice que no va a cumplir lo que antes les había dicho, en documento público, que iba a ser la ciudad. Y para más irritación, ese cambio de opinión municipal se justifica en que los socialistas ya habían pensado hacer lo mismo, ¿hace catorce años! De menor tamaño. Con el paso del tiempo, ya trece años gobernando los populares, esas advocaciones al pasado suenan cada vez más a excusas. Al niño que señala a otro para decir que él no ha sido.

Ese cambio de recepción se nota en la calle. La frialdad con la que la mayoría del público recibió a la alcaldesa en el Festival Canino de hace unos días contrasta con la bienvenida que disfrutó, allí mismo, el año pasado. Pesarían en el ánimo de los amantes de los animales las denuncias por el maltrato en la perrera de Puerto Real, otra vez increíblemente reabierta, y donde distintos Ayuntamientos, entre ellos Cádiz, enviaban a los perros abandonados, y los incidentes del día de la patrona que derivaron en meses de cárcel preventiva para el italiano al que le habían matado dos perros. Pero junto a éstos, más o menos militantes, mi percepción (es decir, algo subjetivo) es que el resto del público la veía ya con la misma indiferencia resignada con la que la mayoría ve a la totalidad de los políticos en faenas de baño de masas.

Parece que ni la alcaldesa ni su equipo han entendido que si los gaditanos empiezan a recibir con suspicacia las actuaciones municipales, están obligados a explicarlas mejor, sin acritud. Asumiendo las propias responsabilidades. Un grave problema está a punto de estallar: el cierre de la avenida del Puerto para ampliar el aparcamiento de Canalejas coincidiendo, con la falta de previsión habitual, con otras grandes obras municipales. Aún nadie ha justificado la necesidad de interrumpir, en una dirección, la circunvalación del casco antiguo durante quince meses para construir esos escasos 125 aparcamientos. Ni nadie del Ayuntamiento les ha explicado a los vecinos de Intramuros, a través de sus asociaciones, el plan de tráfico que va a afectarles. Se les exige colaboración en algo que desconocen. Cuando la oposición pide debatirlo en un Pleno, se les contesta de mala manera que ya se enterarán cuando esté terminado. Y se pone el ejemplo de la regulación del tráfico durante el soterramiento que, por cierto, fue un auténtico infierno de atascos, que se soportaron mejor porque la ganancia final lo merecía. ¿La merece ahora? Ya no se recibe bien esa soberbia de quien cree que ninguna propuesta que venga de afuera va a mejorar las propias soluciones. Aunque algunas asusten. Parece evidente que las intenciones municipales empeoran el tráfico de autobuses, con una parada final más alejada del centro comercial. Con el que tampoco se ha contado. Que los vecinos y visitantes van a estar más incomunicados. Que no se han previsto aparcamientos disuasorios para reducir la llegada de coches al centro. Ni se entiende que, a pocas semanas del comienzo de las obras, ya aplazado varias veces, ese plan esté todavía elaborándose. Luego, claro, la gente se queja.