INDULTADO. Los cabestros conducen a 'Alcoholero' camino de la dehesa Los Alburejos. / N. REINA
Sociedad

Ponce y El Cid indultan dos de Torrestrella en Sanlúcar

Dos perdones de distinta clase a dos animales herrados juntos y que juntos salvaron la vida en una tarde histórica

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Intentaba estirarse a la verónica Enrique Ponce ante el cuarto de la suelta pero el animal carecía de celo y de recorrido en su embestida para que sus lances resultara lucidos. Cabeceó en el peto durante la única vara que tomó, donde se le tapó, como es costumbre, la salida. Esbozó el diestro un intento de quite por delantales que el tardo y reservón toro convirtió en deslucida.

Tras desplazarse algo mejor en segundo tercio, el juego del toro en la muleta constituía todo una incertidumbre. Pero nadie hubiera apostado por lo que a continuación sucedió, que el toro se viniera arriba y no parase de embestir hasta ser retirado por los cabestros. Fue necesario que Ponce desplegara sobre el ruedo los más selectos arcanos de su particular y prodigiosa alquimia torera. Auténtico recital de toreo a la Ponce manera, es decir, toreo en redondo que embebe y encela la acometida de la res, pleno de cadencia y ritmo, de plasticidad y templanza. Toreo que alargaba poco a poco el viaje de la res y que desbordaba gusto, belleza y relajo. De nada importó que el animal no tomara con boyantía el engaño por el pitón izquierdo ni que su embestida fuera a menos en el último tramo del trasteo. El tiempo pasaba y allí no sonaba ningún aviso. Por lo que, percatado el público de que tocaba indulto, éste fue solicitado con frenesí y estruendo. El agraciado fue Flor de Almendro, herrado con el número 108 en la finca asidonense de Los Alburejos cinco minutos antes que Alcholero, que se herró con el número 109, tambíén glorificado con el indulto veinte minutos después . Fue éste un ejemplar castaño, más cuajado que el anterior, que no demostró muchas fuerzas durante el primer tercio y al que sólo se le señaló la única vara que tomó. Pero espoleado El Cid por el tono triunfal que había adquirido la tarde y en un intento de superar su decepcionante actuación ante el encastado e incómodo segundo, con el que arrojó la toalla en plena lid, sorprendió a la cocurrencia con un recital de la más cabal de las tauromaquias. La de la hondura, la sobriedad y la pureza. Toreo dramático y desgarrado que fluía en cites con franela adelantada, suerte cargada y remate por bajo y atrás. Las tandas se sucedían, estéticas y poderosas, mientras el toro no paraba de embestir, en acometidas entregadas, humilladas y nobles. Se arrancaba con alegría al lejano cite del matador y su comportamiento vislumbraba elevadas dosis de intensidad y emoción. Si la bravura de su hermano fue dignificada con el superlativo premio del indulto, algo similar habría de ocurrir con éste, de mejor comportamiento aún que el anterior. Y ocurrió, y la euforia se apoderó del histórico coso sanluqueño. Lo nunca visto: dos toros de una misma ganadería consecutivamente herrados y, cuatro años después, consecutivamente indultados.

Lástima que el francés Castella no pudiera sumarse al desaforado frenesí de pañuelos naranjas. No obstante, también salió a hombros junto a sus compañeros después de realizar una meritoria labor ante un primer toro que planteó dificultades y tras dibujar series ligadas y limpias frente al noble pero sin transmisión que cerraba plaza

Toros bravos, excelentes toreros, dos indultos y todos por la puerta grande.¿Viva la fiesta!