Indy sigue en forma
Más viejo, más cansado, más solitario y más profesor que nunca, pero en forma todavía, Indiana Jones se enfrenta a comunistas, zombis, indios salvajes y alienígenas de esqueleto cristalino en la nueva aventura que anuncia su regreso tras dos décadas de ausencia. Tan trepidante como las tres películas anteriores, con guiños cinéfilos que van desde Marlon Brando a West Side Story, Indy ha recorrido el círculo que lo separaba de su padre Sean Connery en la película anterior y lo vemos más maduro, más sabio, y también algo más respetuoso con aquello que saquea a placer.
Actualizado: GuardarLa película retrata con dos pinceladas perfectas la histeria anti-comunista de los años 50, trazando un jugoso paralelo con nuestro tiempo, y nos cuenta una trola tremebunda de extraterrestres, civilizaciones perdidas, hombres de negro, Áreas 51 y conquistadores españoles mo-mificados en un carrusel despendolado donde hay hormigas carnívoras, Harley Davidsons, música de rock&roll, cerbatanas, zombis, muchas cataratas y un templo oculto que dispone a la traca de la sorpresa final. Es, con diferencia, la más arqueológica de las cuatro películas, y con mucha inteligencia todos son conscientes de que el tiempo ha pasado: Indy es referido casi todo el tiempo como Henry, Henry Jones Junior o Jonesy, en chiste con segundas que quizá no pilla todo el mundo.
Indy parte de una familia nuclear desestructurada, como la del pueblo del experimento con la bomba atómica, y entre mamporros y tiros acaba aceptando ser un señor respetable con más arrugas y más canas, pero con la misma mirada de cachorrillo enamorado cada vez que se cruza en escena con Marion.
Nos quedamos con ganas de saber más, de profundizar en lo que el héroe ha hecho durante la Segunda Guerra Mundial, dónde se ha metido y qué berenjenales ha resuelto el los últimos 20 años. Pero ojo a la última escena: Harrison Ford, aunque ya abuelete, no está dispuesto a que nadie le quite el sombrero.