Conclusión
Actualizado: Guardara única conclusión positiva que podemos extraer de los errores cometidos en el mal partido jugado por el equipo amarillo en Balaídos -alineación desequilibrada, inadecuado planteamiento táctico, ineficacia goleadora, fragilidad defensiva y cinco goles encajados- es que ya quedan escasas jornadas para el pitido y para la pitada finales. Los graves defectos exhibidos desde el comienzo son tan evidentes que ya no se admiten benévolas justificaciones ni ingenuas excusas. Es posible que, si el resultado hubiera sido menos abultado, nuevamente nos hubieran repetido esas explicaciones que lo único que consiguen es irritar a los aficionados que no consienten que los engañen de una manera tan burda. Ante esta situación la única actitud responsable es la de reconocer los graves errores que se han cometido en la contratación de los técnicos y de los jugadores, con el fin de evitar reincidir una vez más. El nivel de enfado que ha alcanzado esta afición responde, más que a las múltiples derrotas sufridas, a la sensación de fraude que experimenta cuando, por ejemplo, se venden o ceden futbolistas imprescindibles y se fichan otros que son inservibles. Comprendemos que los que relean las declaraciones tantas veces repetidas durante esta temporada en la que insisten que el Cádiz tiene equipo para ganarle a cualquier otro adversario, para escalar puestos en la clasificación y para, con un poco de suerte, encaramarse ahí arriba, les sonarán, más que a bromas de mal gusto, a un cruel sarcasmo. Si el equipo adolece de fuerza física, de calidad técnica y de voluntad de triunfo, ¿qué es lo que le queda? En mi opinión, haciendo de tripa corazón, deberíamos unir todas nuestras energías con el fin de que, tras ganar el próximo partido frente al Nàstic, se inicie el inevitable proceso de limpieza y de elaboración de un nuevo proyecto. Ésta puede ser la conclusión de un partido y de una trayectoria que han evidenciado las serias dolencias que padece este Cádiz.