Opinion

Obsesión terrorista

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

a furgoneta-bomba que ETA hizo estallar en la madrugada de ayer causando graves daños a las instalaciones del Club Marítimo del Abra, en la localidad vizcaína de Getxo, volvió a poner en serio riesgo la vida y la integridad de los habitantes de dicho municipio, provocando el desasosiego de quienes ya con anterioridad se habían visto sobresaltados por el estruendo de bombas etarras. El hecho de que el atentado se produjera menos de una semana después del ataque contra el cuartel de Legutiano, en el que resultó muerto el guardia civil Juan Manuel Piñuel, ha suscitado la consiguiente inquietud en torno a si ETA está tan débil como se suponía. La ejecutoria última de la banda terrorista demuestra que cuenta con la capacidad suficiente como para cumplir periódicamente con su permanente amenaza. Pero ello no debería conducir a la opinión pública, y mucho menos a las instituciones, a concluir que la paulatina debilidad que viene evidenciando podría ser reversible. Por hiriente que resulte el eco que alcanzan las ignominiosas voces de la izquierda abertzale, la marginación política y social de sus postulados y el desconcierto en el que viven sumidas sus bases son demasiado palpables como para pensar en una eventual reactivación de la espiral terrorista. Sería más acertado interpretar la actividad etarra de las últimas semanas en el sentido que lo hizo ayer el ministro Rubalcaba: como un intento por sacudir mediante el activismo terrorista el escepticismo que está cundiendo en la izquierda abertzale. La pretensión de ETA de condicionar la política vasca y la española resulta evidente. Pero aunque el nacionalismo alineado con Ibarretxe insiste en que no puede permitírsele a ETA «modificar la agenda política», en realidad es la utilización de la persistente violencia como argumento para reclamar soluciones que desbordan la Constitución por parte del soberanismo institucional lo que permite al terrorismo condicionar la política en Euskadi. Hoy el lehendakari Ibarretxe tiene una gran oportunidad para, aprovechando su encuentro con el presidente Rodríguez Zapatero, declarar que pospone todo intento de aplicar su Plan a la previa desaparición del terrorismo etarra. O cuando menos para corregir su argumentario habitual, puntualizando que los drásticos cambios políticos que preconiza no persiguen alcanzar la paz, y mucho menos un trueque por ésta.