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Ni Aznar le teme ya a Rajoy

Yo soy el que he sido siempre», dijo ayer Rajoy con cierto tonillo de eternidad, y desde esa perspectiva añadió: «Por eso creo que en la vida, de cuando en cuando, hay que moverse». El zarandeado presidente del PP no ha iniciado el contraataque a sus adversarios, pero los sitúa en el inmovilismo, al ser él quien desea mover a su partido. Y es lógico que para cambiar el rumbo de la nave hacia algún sitio, por ejemplo, el centro muy derecha, necesite Rajoy marinería de su entera confianza, tras cuatro años navegando con el timón en manos de quienes se revuelven al haber tenido que soltarlo.

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A los pocos minutos de estas declaraciones de Rajoy, discurseaba Aznar en Faes sobre el aniversario del euro, moneda que en gran medida pudo adoptar la economía española gracias a la buena gestión de Rodrigo Rato al frente del ministerio del ramo. Y aprovechando que el PP atraviesa «avatares», como llama Esperanza Aguirre a las turbulencias que sacuden a su partido, Aznar dedicó unos consejos subliminales a Rajoy, en lo que podría definirse como un brevísimo compendio de buena política: jugar con los mejores, tener la voluntad y la decisión de llamarlos, y dos factores esenciales, como son la confianza y la defensa de los principios.

María San Gil ha perdido la confianza en Rajoy, y con San Gil la han perdido los prohombres populares que no ven ahora claro su futuro en el partido, pero al margen de las emociones nostálgicas y del arraigo que en el electorado PP tiene la dureza conservadora, cabría indagar si Aznar despierta ahora confianza entre los militantes del PP que no entienden por qué la dirección que perdió las elecciones del 2004, incluido un Aznar entre bastidores, ha permanecido aferrada a sus puestos, excluido Aznar, para llegar a la meta de la segunda derrota electoral, hace poco más de dos meses. Para quienes procuran que el PP gire suavemente el timón hacia un rumbo que oxigene sus cerradas bodegas, la confianza que Aznar recaudaría en este momento tal vez fuera escasa.

Da la sensación de que Rajoy se tonifica, recibiendo golpes y superando sus vaivenes anímicos, hasta el punto de que a sus críticos no les deben quedar muchas más cartas de juego, una vez depositada en el tablero la de María San Gil, algo así como la reina de espadas, y que ayer por la tarde presidía a los representantes de su partido por el asunto del próximo congreso, que la líder quería adelantar a julio. Las discrepancias surgidas entre sus compañeros por el guante de la desconfianza que San Gil ha lanzado al rostro de Rajoy han rebajado en cierto modo las emociones desatadas en el primer momento, cuando aquel «María somos todos», que recordaba el célebre «Totus tuus» con que los fieles católicos más vaticanistas recibían al Papa.

Rajoy resiste, y en España suelen decir los cínicos que el que resiste, gana. Seguirán sucediéndose las descubiertas contra el candidato presidencial hasta el congreso, pero en ninguna de ellas, por muy dañina que resultase para Rajoy, como las que ya se han producido, se ve la más mínima intención de abrir las ventanas de la bodega del barco, para que, incluso, se oxigenasen los principios, que también necesitan aire para vivir.