Toros

La bravura de un toro de Corbacho Grande destaca en la concurso de Alcalá

Jesuli de Torrecera y David Galán resultan triunfadores mientras Juan Pedro Galán y Sandra Moscoso obtienen una oreja

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Extraña amalgama taurina la resultante de la combinación entre un festival y una corrida concurso de ganaderías. Singularidad sin precedentes que quedó verificada ayer, para la posteridad, en la plaza de toros portátil de Alcalá de los Gazules. Dondela elegante opacidad del traje campero suplantó al brillante y colorista parpadeo del traje de luces.Y donde la importancia y trascendencia de cuatreños en puntas fueron sustituidas por novillos con pitones reglamentariamente mutilados. Peculiar festival, pues no constaba finalidad benéfica alguna, y raro carácter de concurso, pues ni siquiera las reses saltaban al ruedo en el debido orden de antigüedad.

Todo ello no constituyó óbice para que el público disfrutara de la bravura y la casta derrochada por el ejemplar de Corbacho Grande. Empujó con fuerza y poder en el caballo, donde recibió dos varas en toda regla, y regaló una embestida entregada y vibrante en la muleta. La transmisión y largura de sus acometidas fue aprovechadas por Jesuli de Torrecera para plasmar tandas de derechazos ligados y largos, aunque no siempre acertara con las distancias ni con la colocación que el buen animal exigía. El mejor toro del encierro, hasta en el último muletazo de la enésima serie, acudió presto y alegre al cite de su matador.

También destacó la encendida y humillada embestida del novillo de Ana Romero, con el que David Galán realizó una faena junto a tablas basada en el toreo al natural. Pero pronto recurrió al aplauso fácil que generan el encimismo, los circulares y los desplantes. Tras estocada y descabello, obtuvo dos orejas, idéntico trofeo al conseguido por Jesuli. Llama la atención que a animal de tanta fijeza en los engaños y de arrancada tan pronta y franca, se le cambiara el tercio con sólo un topetazo en el caballo. Y eso que la corrida era concurso. Premio al que no pudieron optar el flojo y parado de Torres Gallego, el descastado y rebrincado de Diego Romero y el manso e inmóvil de Marqués de Domecq, con el que se estrelló una voluntariosa Sandra Moscoso, que antes se había estirado con gusto en mecidas verónicas de recibo. Cerró plaza un orientado añojo de José Aragón, que puso en dificultades al joven Coronil.

Reunido el jurado, decidió otorgar el premio al mejor toro, a Ana Romero. Al mejor lidiador, a Jesuli de Torrecera Declardo desierto el premio al mejor picador.