Andy, a hombros
No fue una corrida espectácular ni propicia, pero la décima guardó la sorpresa de las dos orejas para Cartagena, que supo aprovechar la ocasión
Actualizado: GuardarNo fue corrida espectacular ni propicia. Tomaba antigüedad la ganadería, San Pelayo, tercero de los hierros de la familia Capea. Encaste Murube, como los demás hierros de la casa. Hondo, cuajado, de espléndidas hechuras, el cuarto fue el más en el tipo clásico. Frío de salida, y trotón. Noble, pero le costó remontar: quería irse discretamente de engaños y reclamos, buscó por encima de las tablas, lo distrajo el penacho de un alguacil. En banderillas lo toreó con temple y calidad Joao Moura. Como era toro distraído, costaba embrocarse con él.
Moura trajo a pista un tordo llamado Castelo, no de porte pero sí de mucho valor, que le puso al toro los pechos en el hocico y toreó por delante con elasticidad notable. Cuatro embroques de muy alto nivel. El cuarto, reunido en el mismo platillo, sobresaliente. Hubo un ligero alcance del caballo en la salida de la tercera farpa. Por exceso de confianza y de calma. A toro apagado, Moura tuvo que meterse en su terreno. Para clavar cortas y matar. Lo hizo con un caballo de subyugante belleza, el bayo Girasol. Una estocada atravesada y cinco descabellos, y sólo por los descabellos pie a tierra se quedó sin reconocimiento faena tan distinguida.
El toro con que debutó en Madrid el hierro, que no el ganadero, salió con muchos pies, no perdió nunca la idea de saltar la barrera y, aunque suavón, fue esclavo de acusada querencia a tablas. Fatigoso de lidiar. No perdió los estribos ni la paciencia el señor Joao Moura padre. El tordo Castelo que luego iba a encumbrarse dio muestras en ese turno de su pericia. Se vino a embrocar al paso y de costado con muy despacioso aire. No fue lucida faena. Sí buena. Un pinchazo, una estocada, un descabello. Y una idea clara: al cabo de treinta años en el oficio y el tajo, Moura padre no ha perdido ni la ilusión ni el estímulo.
Cambio de tercio
A los dos toros de su lote Moura los cambió de tercio con sólo un rejón de castigo. Tanto Pablo Hermoso como Andy Cartagena apuraron el cupo de dos. Antes o después, esos otros cuatro toros se acabaron parando, apagando o viniendo abajo. El primero de Pablo, de indefinida querencia pero muy distraído, pegó arreones. Las dos cosas mayores firmadas por Pablo y sus équidos fueron la solución limpia y a pelo de dos oleadas: una en el tercio de castigo y otra en el embroque de la estocada de muerte. Pablo mató en los medios, detalle carísimo que no se tuvo en cuenta. Sí contó el gasto resuelto y la rapidez de ideas con que paró y fijó de salida al quinto, que salió echando humo pero vino a pagar en banderillas los dos rejones de castigo. Ajustados galopes del célebre Chenel tratando de convencer al toro, que sólo a regañadientes se medio empleaba. Pablo clavó con poca precisión. Todo tuvieron que hacerlo el torero y su cuadra cuando el toro se rindió. Regalo sorpresa fue ver a Hermoso alardear sobre el tordo Nativo. Dos espléndidas corbetas en el platillo de la plaza y a un par de palmos de la cara del toro. Una impecable estocada por el hoyo de las agujas. Una oreja.
El acierto con la espada resultó decisivo a la hora de las recompensas. Cartagena tenía ganada y bien ganada una oreja del tercero, el único toro de la corrida que se vino arriba en banderillas, pero una estocada caída provocó vómito horrendo y se arruinó la fiesta. Justo antes del vómito de sangre, que espantó a la audiencia, se habían vivido en clima de delirio tres clavadas de las cortas en violín y en carrusel, con Cartagena y su tordo Carioca, caballo de muchos recursos. Y todavía antes, con un caballo Fandi diz que nuevo en Madrid, otro seudo clímax gracias a una clavada a violín sensacional. Ese caballo Fandi, de diez años cumplidos, tiene potencia y valor.
Alborotado
El cotarro se alborotó del todo durante la lidia y muerte del sexto, que salió abanto pero galopó y tuvo más fijeza y entrega que los otros cinco. Y se estiró enseguida. Montando al tordo Magno, Andy batió en raros escorzos forzados y en tablas. Esperó entonces el toro, que pedía el tercio o los medios. La tercera farpa la clavó Andy tan a la grupa y tan despegado que salió rebotado. Pero de pronto hubo un golpe de teatro. Andy lleva en la cuadra un seductor caballo tordo vinoso llamado Pericalvo, que es el nombre de una finca de bravo de Salamanca. El caballo se queda con la gente: porque se balancea mientras piafa en el mismo sitio como si contoneara retorciendo los remos. Un aire muy heterodoxo. Se puso incandescente el ambiente. Una farpa en todo lo alto, desplantes, descolgadas de Andy. Y, luego, las cortas al violín sobre el infalible Carioca. Y una estocada sin puntilla. Dos orejas.