El fin de un ciclo
Siempre me lo decían de pequeño y, a fuerza de ver muchos partidos de muchas ligas, uno se lo ha terminado creyendo, sobre todo, porque los números son irrefutables e indiscutibles. El Real Madrid sabe explotar sus ciclos mucho mejor que el Barcelona. Además, salvo algún paréntesis lamentable (el de Del Bosque, por poner un ejemplo), siempre administra con mayor señorío tanto sus victorias como sus derrotas.
Actualizado: GuardarEl pasado miércoles en una entrañable comida con entrañables amigos todos llegábamos a la misma conclusión: los ciclos merengues se alargan más en el tiempo y siempre concluyen con un mayor caudal de éxitos. Pongamos como ejemplo las seis Copas de Europa ganadas por los blancos en una de sus etapas gloriosas o las tres más recientes conseguidas en un intervalo de cuatro años. Bien es cierto que incluso han sido cuestionadas por los teóricos del fútbol, pero la única verdad es que ganadas están y así consta en las vitrinas.
El vecino, por contra, no aprovecha con tanta gloria y títulos sus buenos momentos. El Dream Team de Cruyff fue un equipo que asombró al mundo por su fútbol, con un juego mucho más espectacular que el de aquel Madrid de Lorenzo Sanz que ganaba gracias a la puntera de Karembeu. Pero sólo ganó una Copa de Europa y con grandes sudores. Recientemente, los culés han vivido otra buena etapa que ha culminado tan sólo con una Copa de Europa y otras ligas. Lo peor de todo es que parece que a muchos ya se les ha olvidado y se han vuelto hasta desagradecidos. Baste comprobar la actitud con Rijkaard de un sector de la grada. Reconozco que nunca me gustó el holandés más que nada por el famoso escupitajo que le lanzó a Voeller en el Mundial de Italia. Sin embargo, en este final de ciclo ha mostrado mucho más señorío que alguno que enarbola la bandera azulgrana.