Triunfo ganadero y de Rubén Pinar en la novillada de la Feria de San Isidro
Seis novillos de Montealto (Agustín Montes), de buenas y variadas hechuras dieron juego a la novillada de ayer en San Isidro. Los protagonistas fueron José Ramón García Chechu (silencio en los dos); Rubén Pinar (oreja y saludos) y Miguel Tendero, que cosechó vuelta tras un aviso y oreja. Era la quinta de abono que rozó el respaldo del lleno en tarde soleada.
Actualizado: GuardarUna novillada de muy buena nota. De sangre Juan Pedro Domecq. De ganadería de vida reciente, afincada en la sierra de Madrid: Montealto. Del año 2000. La base es fiable: Algarra-El Ventorrillo. Tal vez por separado una línea y otra. De cada una de esas dos líneas parecieron las dos mitades: primero, tercero y quinto, de pintas mixtas y remate más refinado, se cantaban como algarras. Los otros tres, de pinta simple, más caja y más cabeza, eran ventorrillos. Seguramente.
El sexto, el de más lindas hechuras dentro del cupo de ventorrillos, rompió con la pana: a borbotones la calidad, armónico y vivo el galope, exquisita la postura, siempre dispuesto. Por abajo los viajes entregados; largo, elástico el tranco. Impresionante la manera de reunirse. Palomito, número 18, negro tizón. Clase, calidad, temple, entrega, ritmo. Por arrobas.
Un primer puyazo traserito, pero de meter riñones y empujar. Hasta que se cansó. Ligeramente suelta la salida. Un segundo puyazo en regla, con un leve dolerse, pero una excelente salida por abajo. Soberbia la aparición, excelente el final. Gran toro. No el único. El que completó lote, un Cotorro salinero de capa, ojo de perdiz, fue también sobresaliente. De muchos pies, de galopar descolgado en cuanto estuvo franco el camino y de entregarse en la muleta sin un solo renuncio. Puro fondo. Igual que primero y quinto, venidos arriba en cuanto tocó emplearse.
Salió seriamente armada la novillada toda. Así que a la gentil conducta en general se sumó la seriedad de formas, un bello cuajo. No se acercaron al son de los sobresalientes ni el segundo, ventorrillo de gruesas mazorcas, embestida un punto desordenada y mucha bondad pero sólo regular final; ni mucho menos el cuarto, ventorrillo también, de hondo remate, apto tal vez para un torero con oficio.
Todos los novillos, todos, hicieron cantidad de cosas, y cosas distintas. Entre ellas, una fundamental: moverse y no dejar de hacerlo.