La Serbia pro-europea
Javier Solana dijo ayer, con la rutinaria expresión acuñada, que la Unión Europea «está lista para trabajar con el nuevo Gobierno serbio», excluyendo tácitamente lo obvio: salvo que tal Gobierno sea nacionalista y tenga algunas cuentas que ajustar con la UE. A día de hoy todo es posible, incluyendo la posibilidad, aparentemente contra natura, de que la mayoría liberal y pro-UE coaligada tras el presidente Tadic, la más votada con un 39%, hable nada menos que con los neo-milosevicistas del Partido Socialista, que tiene 20 escaños de oro.
Actualizado: GuardarSi los viejos nacionalistas cuyo jefe murió mientras esperaba juicio como criminal de guerra llegan a un arreglo con el segundo gran partido, el Radical, ultranacionalista cuyo líder, Vladimir Seselj, también está preso en La Haya y con el Partido Democrático de Serbia del primer ministro Kostunica, podrían sumar exactamente la mitad más dos de los 250 asientos del Parlamento. ¿Se atreverán a formar un Gobierno así, con un programa pro-ruso, ultranacionalista y paneslavista para vengarse de la UE a cuenta de Kosovo? No es fácil, entre otras razones porque encuestas fiables probaron que, en realidad, casi la mitad de quienes han rehusado dar su voto al presidente Tadic también desean estar en la UE.
Lo desean pero, al menos por una vez, han querido evidenciar su cólera con una UE que, en violación de las previsiones legales (Conferencia de Helsinki, doctrina de la ONU, falta de apoyo en el Consejo de Seguridad) prefirió alinearse con Washington, que ya tiene en Kosovo una gran base militar y piensa en el cerco a la Federación Rusa.
En cierto modo la actitud europea es incomprensible: en cuanto indicó que apoyaría la secesión de la provincia serbia de Kosovo, ganó puntos la emoción nacional y hasta Tadic dijo sin parar que tampoco él acepta tal independencia. El plus de votos que tienen los radicales y Kostunica, que pasó de moderado centrista a nacionalista estricto, es el resultado directo de la conducta de la UE, que prefirió la sintonía con Washington y la cruda realpolitik a la paciencia y el «esperar y ver», como sucede en el Sahara, por poner un ejemplo. Promover la secesión del Kosovo y pedir luego a los ofendidos que le voten a uno es un poco más de lo razonablemente exigible. Lo que salga de las elecciones del domingo será en Serbia algo provisional.