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San Gil, un nuevo plante

De la sensatez y del sentido común de que hace gala Rajoy en su alta gestión política se verían desabastecidos en estas vísperas congresuales algunos dirigentes del PP, y no porque estén cometiendo acciones repudiables sino por la inoportunidad de las mismas. Inoportunidad política, se entiende, que afecta de modo negativo a la preparación del congreso de junio, al que los congresistas podrían llegar divididos en dos facciones, intentando cada una de ellas liberar en los debates su respectiva acumulación de rencores. Porque rencores en el PP, haylos, y desde la derrota electoral del 9-M ya no se disimulan.

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El plante de María San Gil en vísperas de que fuera presentada la ponencia política del PP, de la que ella estaba encargada, junto al canario José Manuel Soria y Alicia Sánchez, está moviendo más bullicio mediático que la despedida de Acebes y tanto al menos como el mutis de Zaplana. Despedida y mutis minuciosamente sincronizados a dos reuniones parlamentarias de Rajoy en el Congreso y el Senado con su gente. María San Gil se planta por diferencias «fundamentales» de criterio con la redacción, aún borrador, de la ponencia. Pero no con toda ella sino con los pasajes referentes a las relaciones del PP con los nacionalismos, en los que los principios del partido, sobre unidad de España y, en el País Vasco, sobre la prioridad de la lucha por las libertades, no estarían suficientemente subrayados.

Nada más conocerse el plante de San Gil, se reanudaron anteanoche las especulaciones políticas sobre el efecto que tan aparatoso episodio podría tener en el proyecto de Rajoy. La presidenta del PP vasco es mujer de acreditada gallardía personal, y el triste hecho de presenciar el asesinato de Gregorio Ordóñez desde la mesa en que ambos almorzaban no le aconsejó dejar la política sino, todo lo contrario, lanzarse a ella aún más a fondo. Su testimonio personal es valioso y su habilidad política se amoldó perfectamente -y tal vez exclusivamente- al enfrentamiento, con incomunicación adjunta, con el PNV que Aznar adoptó en su segunda legislatura.

Ahora, y a la vista de los resultados electorales del PP en Cataluña y Euskadi, habría parecido lógico a dos de los encargados de la ponencia política, y a la máxima autoridad que les inspiró, alguna suavización en la actitud popular ante los nacionalismos. Pero tal vez el canario Soria no subrayó con la suficiente bravura literaria el principio de la unidad de España, y el caso es que María San Gil ha tomado una decisión de la que inmediatamente se colgó Esperanza Aguirre, para decirle poco subliminalmente a Rajoy que tiene que reflexionar, mientras Ana Botella, señora de Aznar, se arrancó ayer diciendo que «si María San Gil ha abandonado la ponencia quiere decir que no estarán garantizados los principios en esa ponencia». Y en sintonía con Aguirre, añadió que «la dirección del PP tiene que reflexionar». Y un elogio final a la ponente discrepante, del que es difícil disentir: «María San Gil es un referente moral, político y afectivo». Rajoy empezó a ocuparse del asunto, que es un más bien un problema, tras horas de desentendimiento, como si no fuera con él, y renació alguna esperanza en una solución que no fuerce a San Gil a defender en el congreso sus principios como antiponencia.