Las leyes de la cama
Hace unos días leía con pasmo cómo en Ecuador una legisladora constitucional del partido del Gobierno de la nación proponía incluir en la futura ley suprema del país americano el derecho a la felicidad sexual de las mujeres. Aunque María Soledad Vela -que así se llama la susodicha- ha dicho por activa y por pasiva que su intención es suprimir la obsoleta visión de la mujer como mero objeto sexual y facilitar que pueda elegir libremente sobre su sexualidad con un buen acceso a información, las críticas no se han hecho esperar y muchos hablan ya de los orgasmos por decreto. Al parecer incluso las señoras podrían demandar a sus maridos por no hacerlas felices sexualmente.
Actualizado: GuardarSería hasta cierto punto divertido ver cómo los matrimonios (seguro que muchos llegarían a eso) discutirían frente a un juez sus intimidades conyugales. A lo mejor les empieza así a doler la cabeza a los unos y no tanto a las otras. Según leo, la polémica ha sido agria en Ecuador sobre esta original propuesta de derecho fundamental. Lo cierto es que hace reflexionar hasta qué punto el poder de un estado puede colarse en casa y lo que es peor, en la cama. El error, en mi humilde opinión y si la intención de la legisladora es implementar el derecho a la mujer a decidir sobre su sexualidad y separar el sexo de la capacidad reproductiva, tal y como ella dice, estaría quizás en lo de-denominarlo felicidad: una cosa es poder elegir sobre tu cuerpo (algo que para unos países es tan elemental y para otros no es posible ni de lejos, por desgracia) y otra exigir a nadie que cumpla todos tus deseos.