Historia de los festivales flamencos
Junto a los artículos de opinión, y a petición de mu-chos lectores, nuestra co-lumna se preocupa también de las posibilidades de ofertar cierta didáctica sobre determinados aspectos del flamenco. Los festivales flamencos veraniegos, cuyos carteles y programaciones ya están a la vuelta de la esquina, tienen tal importancia en nuestra Andalucía que conviene darle un repaso histórico a lo que han venido representando para tantas ciudades y pueblos de nuestra comunidad autónoma. Pues, nada identifica más a nuestra tierra que, llegando los rigores de la canícula, los andaluces y andaluzas buscan en sus plazas de toros, cines de verano y demás emplazamientos una oferta lúdica esencial y original: nuestros cantes unidos a las especialidades culinarias de cada población. Basta fijarse someramente para comprobar como la gran mayoría de nuestros festivales toman los apellidos de las suculentas degustaciones de nuestras excelencias culinarias. Lo que lo mismo: El Potaje de Utrera, la Caracolá de Lebrija, El Gazpacho de Morón, El Arranque roteño, la Parpuja de Chiclana... por citar algunos de estos ejemplos.
Actualizado: GuardarComo anticipo, en la entrada principal de la página, todo comenzó en Utrera como surgen la mayor parte de las efemérides en la causa flamenca, sin proponerlo. Un guiso de frijones, vino y el cante gestaron los primeros episodios. Más de cincuenta años después la fórmula sigue intacta, aunque por el acostumbrado ataque crítico de los flamencos hacia sus cosas también está siendo puesta en tela de juicio. A estas alturas me pregunto: ¿Hay algo que no lo esté entre la parroquia flamenca? Me temo que no, puesto que criticar puede que sea nuestro ejercicio favorito. Pero a lo que íbamos. Comenzamos por aquella noche de 1957 en Utrera y nuestro reconocimiento a la figura del maestro de los Alcores, Antonio Mairena quien protagoniza no pocos impulsos al cante en aquella época y los festivales no iban a ser una excepción. Tal fue su contribución, que la Hermandad de los Gitanos utrerana decidió dedicarle hasta tres festivales, los correspondientes a 1961, 1962 y 1981.
Durante estas entregas, no sólo haremos historia, porque multitud de anécdotas jalonan la intrahistoria de estas citas con el flamenco. Para comenzar, una de arte: en los primeros años del festival Potaje de Utrera, los gitanos solían rifar un borrico hasta la convocatoria de 1966. Lo que no sabemos es cómo se las apañarían los visitantes de otras ciudades para llevarse el premio bien entrada la madrugada. (Continuará).