Un vertedero ordenado por partes
Los profesores José Remesal y José María Blázquez no son los primeros que se adentran en el monte Testaccio de Roma. Ya a finales del siglo XIX, Henrich Dressel realizó las primeras excavaciones en dicha colina. Ya entonces descubrió los sellos impresos y las inscripciones pintadas, que le llevaron a concluir que su contenido era aceite.
Actualizado: GuardarAhora, los especialistas españoles han hallado nuevos datos. Ante todo, que el monte Testaccio no se construyó desordenada ni fortuitamente. Las ánforas se acumulaban en forma de pirámide invertida, lo que confirma la teoría de Remesal y Blázquez de que el monte se formó en tres fases.
La primera (del siglo I) correspondería a la cara norte de la colina, donde están los depósitos más antiguos, mientras que la segunda fase se prolongaría hasta el año 230. La tercera requiere aún un estudio más detallado.
El depósito también tenía su proceso. Empezaban con una fila de ánforas, a las que se les rompía la parte inferior para rellenarles el interior con los restos procedentes de la rotura de otras vasijas. Así se garantizaba su estabilidad.
Tras esta fila, se realizaba la descarga hasta llegar a los sesenta centímetros de altura (medida del diámetro de las ánforas). Luego se construía otra fila encima, ligeramente retraída, y se iba repitiendo la operación sucesivamente.
Los datos no son nada despreciables, ya que se pensaba que el comercio entre la Bética y Roma se había paralizado por una crisis económica. Pero aquí no acaba todo. José Remesal anuncia su intención de seguir indagando en busca de «nuevo material». Continuará.