Un país cansado de ser raro
El desencanto en los colegios, con una baja participación, refleja el hastío de los políticos y la saturación de comicios de una población que pide soluciones
Actualizado: GuardarEL mundo, ya se sabe, se apasiona por los grandes asuntos. Frente a la decena de periodistas españoles que hay ahora en Belgrado llegarán 120 para el festival de Eurovisión. El certamen es un síntoma de normalidad en un país que quisiera apasionarse sólo por mediocridades canoras. Tiene potencial, pues ya arrasa el turbo-folk, algo como Camela pero en balcánico y con tipas operadas, pero de momento padece otras lacras. Los serbios están cansados de citas con la historia, de no despegarse del pasado y de vivir mal. Sobre todo, de votar: cuatro elecciones en poco más de un año. Ayer se notaba poco entusiasmo.
En Zemun, feudo del Partido Radical, en el colegio Petar Kocic, muy descascarillado, se veían caras avejentadas, dentaduras precarias y ropa desgastada. Las familias más pobres, los jubilados, pero también jóvenes desencantados votan a Nikolic. «No ha estado en el Gobierno, vamos a ver qué hace», dice Bojana, de 28 años, que es economista y también madre de una niña. No todos los radicales son temibles, a veces es gente cansada de ocho años de poder reformista sin avances que quiere un cambio.
Aunque otros sacan la vena ultraconservadora. «La UE me parece bien, pero no quiero que esto se llene de homosexuales», dice Olivera Zivanovic, de 60 años. Pero en Zemun también hay votantes de Tadic, como Slobodan Balac, ingeniero en paro, e incluso del LDP de Jovanovic, como Mirjana Opacic, jubilada de 65 años. «¿Hay que olvidarse de Kosovo!», afirma. Sabe de lo que habla, sus padres son de allí, pero cree que no hay nada que hacer.
No es la única. Tras hablar con una veintena de personas, radicales y demócratas piensan casi lo mismo en puntos esenciales. Kosovo es menos decisiva en el voto de lo que hacen ver sus políticos. En otro barrio, Savski Venac, de clase alta y demócrata, la gente está más arreglada e hila largos discursos, pero dice lo mismo. «Kosovo se perdió hace treinta años, con Tito, que dio demasiado a los albaneses», dice un empresario de 55 años que no quiere identificarse.
Otro punto de consenso es que el futuro es la UE, pero todos coinciden en sentirse maltratados. La absolución de Ramus Haradinaj, el ex militar albanokosovar y luego primer ministro, acusado de crímenes de guerra en La Haya, ha sentado fatal. Igual que escuece ver cómo el hombre de la UE en Kosovo es Javier Solana, que para lo serbios es quien les bombardeó en 1999, como secretario general de la OTAN. «La mayoría estábamos contra Milosevic, sufríamos su régimen, y Europa encima nos castigó», recuerda el padre de la familia Jogovic.