
Una vida a contracorriente
Esta joven marroquí lleva 10 años en Cádiz y decidió crear su propio centro de fisioterapia al terminar los estudios universitarios
Actualizado: GuardarCon Nisrine lo obvio no termina siendo tan obvio. Para empezar, de su origen se podrían sacar muchas conclusiones precipitadas (lo que no deja de ser otra definición de prejuicio) que pronto se disipan. La verdad es que nació en Agadir (Marruecos) hace 28 años, se vino a estudiar la Diplomatura de Fisioterapia a Cádiz a los 18 y siempre pensó en montar un negocio de lo que había estudiado en la misma provincia de su universidad.
«Mi padre siempre me dijo que lo mejor era ser independiente, que es muy duro al principio, pero que así no dependes de nadie», subraya. Su padre, médico de profesión, también le prohibió que trabajase mientras no terminara los estudios. «Cuando había que estudiar, había que estudiar».
¿Y ahora? «Ahora hay que trabajar». La respuesta, una vez más, parece lógica y quizás lleve a pensar que la vocación empresarial de Nisrine es inquebrantable.
La sensación se agiganta cuando reconoce que ninguno de sus compañeros de promoción ha abierto su propio centro de rehabilitación. «Una buena mayoría trabaja para seguros, muchos se dedican a otros empleos y sólo hubo una chica que montó una empresa similar a ésta... aunque cerró al mes», recuerda, cuando está a punto de cumplirse el segundo aniversario de la apertura de su centro, Gadir Fisioterapia (a su ciudad natal se le quita la A inicial y se queda en el nombre originario de Cádiz).
Los dos años han pasado muy rápido y el negocio ya es lo suficientemente rentable como para pensar en contratar a jornada completa a su ayudante actual y calcular que podría llegar otro empleo en unos meses. Aquí se acaba lo previsible, porque de inmediato esta joven marroquí proclama que «no le recomiendo esto a nadie; cuando doy prácticas a alumnos de la Facultad muchos de ellos me dicen que tienen envidia y que les gustaría hacer como yo, montar su empresa... Yo les digo que no, que trabajen para otros, que esto es demasiado sacrificado, que cada mes tienes que hacer mil cuentas para saber solamente si podrás dormir un poco más tranquila».
Desde luego, con esta no-recomendación se hace más complicado imaginar la determinación de Nisrine a la hora de diseñar el centro que dirige. «No lo hice a la ligera, estudié el mercado, me di cuenta que en la capital era imposible encontrar un local asumible y cuando encontré éste gracias a un buen amigo comprobé que todos los lugares donde ofrecen un servicio similar están en la otra punta de la ciudad».
El análisis previo de mercado no acaba aquí: desde su puesta en marcha, Nisrine ha contactado continuamente con aseguradoras y mutuas -y garantizarse así un servicio continuado- y era consciente de que en una ciudad como San Fernando la población militar podría dar más juego. Durante un tiempo, barajó la posibilidad de dar clases de pilates. La idea le duró poco tiempo y la descartó «porque me di cuenta de que tenía que centrarme en un par de cosas e ir paso a paso», señala.
Para dar los primeros pasos, en cambio, se sirvió del asesoramiento («cuando no sabes nada el asesoramiento lo es todo») que le proporcionó la Asociación Cardjin y que le consiguió una ayuda de comienzo de actividad, a través del programa Emprende en tu barrio, además del habitual incentivo en su calidad de autónoma.
¿Se encontró con el racismo en algún momento? «No, nunca he tenido problemas. Sí que pensé que la gente podría tener alguna reticencia, pero se ha demostrado que no», constata. En todo caso, lamenta que sólo por ser inmigrante «haya empresas que se aprovechen y paguen menos que a un español».
En cuanto al futuro, y relacionándolo con el origen (con las suposiciones), Nisrine ni se imagina su vuelta a Marruecos. En realidad, no se plantea tampoco seguir en Cádiz. «La vida seguirá pasando y lo importante es que mantenga mi independencia».
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