TRES MIL AÑOS Y UN DÍA

El Cádiz 3 siempre llama dos veces

Los más jóvenes seguro que no recuerdan aquel célebre proyecto de Cádiz-3, que tanto marcó a la capital durante el tardofranquismo de Jerónimo Almagro Montesdeoca. El avance del Plan General de Ordenación Urbana (PGOU), recién aprobado por el consistorio que preside Teófila Martínez incorpora una versión aparentemente light de aquella iniciativa que pretendía urbanizar una parte de lo que queda del istmo con San Fernando. En aquel entonces, no existían las salvaguardas medioambientales de hoy y aquella iniciativa -que tanto añora el sobrevenido teniente de alcalde José Blas y muchos otros gaditanos- recibió un cajonazo por cuanto se trataba de un disparate.

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¿Qué pretende ahora el PP de Cádiz al resucitar el espíritu de aquel proyecto incorporándolo al plan de urbanismo mediante una fórmula de palafitos, aparentemente menos agresiva? Jugar sobre seguro. Si la Junta de Andalucía da su visto bueno al proyecto de 500 viviendas denominado Ciudad Joven, le colgará el consabido cartel de «Con el Ayuntamiento de Cádiz, si». Y si, por puro sentido común, el gobierno autonómico impide que dicha tropelía ecológica se lleve a cabo, acudirán a las próximas municipales echándole la culpa a Manuel Chaves por la muerte de Manolete.

Resulta encomiable que el Ayuntamiento quiera contribuir de esta forma a paliar la crisis en el sector de la construcción, pero difícilmente podrá obtener permiso de obras para una zona que no sólo se encuentra bajo protección de la Demarcación de Costas sino sometida a los condicionantes del parque natural, por lo que si la Junta de Andalucía y el Gobierno estatal decidieran hacer la vista gorda -que no creo-, esta iniciativa chocaría de pleno con las normas de conducta de la Unión Europea.

La alcaldesa Martínez apela para justificar su propuesta a los precedentes de Venecia, Ámsterdam, Londres o Boston. Pero aquí cabría preguntarnos qué fue antes si el huevo o la gallina y si con la actual legislación en materia ecológica hubieran sido posible las construcciones sobre la laguna véneta o los rellenos holandeses. «No será un relleno puro y duro», anuncia ella. Pero, sea como sea, será relleno sobre una parcela de actuación de al menos 40.000 metros, aunque sólo 16.000 serían urbanizables en una primera fase. Será lo que sea pero a eso, en ningún diccionario de urbanismo, se le llama desarrollo sostenible.

Mejor sería que el Ayuntamiento, con plan o sin él, abundara más en la puesta en circulación en materia de alquiler de las 9.000 viviendas cerradas que se calcula que existen en la ciudad, un parque inmobiliario sobre el que Procasa viene actuando desde comienzos del presente siglo. Como bien se sabe, el programa de alquiler de viviendas para jóvenes se basa en fincas que han sido expropiadas por el Ayuntamiento de Cádiz y que, posteriormente, son rehabilitadas para arrendarlas a jóvenes menores de 35 años que no superen una determinada renta económica. A los cinco años los inquilinos tienen la oportunidad de comprar la vivienda, un programa pionero a escala andaluza, muy similar al que ahora auspicia la propia Junta de Andalucía pero que no ha alcanzado, desde luego, las expectativas previstas en un principio.

El proyecto de Ciudad Joven recuerda sobremanera al que pretendió acometer en los años 80 el Ayuntamiento de La Línea de la Concepción, entonces regido por el PSOE y al pairo de la apertura de la Verja con Gibraltar: se quiso llevar a cabo una especie de parque temático basado en las diversas autonomías españolas y cuyos distintos pabellones fueran construcciones en palafito o islas unidas por canales. Su coste y el agresivo diseño sobre una zona verde imposibilitaron aquel intento.

Cualquiera que se acerque al Palillero encontrará que buena parte de las propuestas de «ciudad sostenible, cómoda para vivir, atractiva para la actividad económica y emblema de la Cultura», que formula la alcaldesa chocan con las previsiones del planeamiento. Y no sólo por los rascacielos que pueden chocar con el skyline local -ya que habrá que ver su diseño antes de opinar al respecto-, sino por la huida por ejemplo de cualquier conato de peatonalización, que es el modelo al que tienden la mayor parte de las ciudades históricas de la Unión Europea, contando con una importancia creciente del transporte público que aquí se anuncia pero no se constata. Aquí, se prefiere hablar de aparcamientos y en una ciudad de terreno tan exiguo como la capital gaditana dicha apuesta resulta hasta cierto punto suicida.

En cualquier caso, cabe desear que el equipo redactor del PGOU de Cádiz haya medido suficientemente sus previsiones porque, de lo contrario, podríamos darnos de bruces con la triste situación del Ayuntamiento de Puerto Real que, al año de haber aprobado inicialmente su plan, la Comisión de Urbanismo de Andalucía lo ha devuelto a toriles y ahora deberá iniciarse de nuevo toda la tramitación del mismo, lo que supone una demora enojosa que, en el caso de que ocurriese otro tanto en la capital, limitaría considerablemente las expectativas previas a la conmemoración del bicentenario de la Constitución de 1812.