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Dos de mayo, dos Españas

Ya ni sé cuántas españas hay. Machado se hubiera quedado estupefacto al comprobar que, setenta años después, sus dos españas, una de las cuales habría de helarnos el corazón, se han convertido en cuatro al menos: la que tiende a que su corazón lata en socialista, las que más bien se inclinarían hacia uno de los dos partidos populares y la nacionalista, con todos sus infinitos matices. Es este un fenómeno a mi parecer de enorme significado político, y vamos a comprobarlo, me temo, en las celebraciones de la conmemoración del bicentenario del 2 de mayo de 1808.

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Claro que esto que digo puede tomarse como una broma, y algo de chanza tiene, a fuer de absurdo; pero no me negará usted que, a punto de llegar a la cima de la primera década del siglo XXI, los españoles aparecemos divididos, casi más que nunca, en torno a banderías y hasta personas, más que alrededor de ideas. No nos divide solamente el reparto del agua, o criterios acerca de si se debe hacer una política económica más o menos intervencionista. Ni siquiera es solamente un concepto de cómo estructurar el territorio, que es cuestión desde hace tiempo pendiente. No, no solamente nos divide la geografía: es que también nos divide la Historia, que es asignatura que escriben e imparten los vencedores. Pero, ¿quién ha vencido sobre quién?¿Debe haber vencedores y vencidos?

Hacía tiempo que no veía a las formaciones políticas tan cuarteadas: es cierto que, si el poder actúa como pegamento, los socialistas son los menos divididos, aunque no tiene usted sino que profundizar en el abismo entre los nuevos zapateristas y los viejos más o menos felipistas para comprobar que aquí también existen serias disidencias. No sé si son criterios ideológicos diferentes, pero estoy de acuerdo con el dictamen de un viejo militante del PSOE, que ocupó cargos de privilegio, que asegura que han renacido, aunque aún no hayan florecido, los debates entre socialdemócratas y revolucionarios de nuevo cuño. Adivine usted dónde se situaría, en este supuesto, un Zapatero que trata de nadar entre dos aguas complicadamente incompatibles. Y el panorama de la izquierda teórica se complica con la crisis de IU, sobre la que de nuevo planea la presencia visionaria, pero limpia, de Anguita, a quien, al menos, nadie le puede negar firmeza en sus planteamientos.