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Juego de patriotas
Los historiadores ya han colocado en su lugar real muchas de las causas y sucesos en torno al 1808
Actualizado: GuardarLa primera historia política de la Guerra de la Independencia fue escrita por el conde de Toreno en 1834 bajo un expresivo título: Historia del levantamiento, guerra y revolución en España. Toreno, político liberal y protagonista de los hechos que narraba, sabía muy bien que el acontecimiento esencial para España no había sido la «lucha contra el francés», sino la instauración del liberalismo. Más de un siglo después, en plena dictadura de Franco, cuando el mensaje parecía totalmente olvidado por la historiografía oficial, apareció una obra renovadora, Los Orígenes de la España Contemporánea (1959), cuyo autor, Miguel Artola, defendía la existencia de una revolución liberal española, nacida de la ruptura política e institucional del Antiguo Régimen en 1808. La verdadera entrada de un país en la Edad Contemporánea sólo era constatable a partir de esta profunda transformación.
Para mostrar al lector el alcance de su afirmación, el autor explicaba el Antiguo Régimen; es decir: el absolutismo en lo político y de los estamentos privilegiados (nobleza y clero) en lo social. El vacío de poder creado en 1808 por la ausencia de Fernando VII, será llenado por la insurrección popular contra las antiguas autoridades, lo cual dará lugar a dos procesos paralelos: la guerra y la revolución. La obra de Artola venía a situar la historia de la España contemporánea en el contexto europeo de las revoluciones liberales, sustrayéndola a las interpretaciones casticistas del España es diferente; por eso suscitó la reacción de Federico Suárez Verdeguer y de la llamada escuela de Navarra. Para Federico Suárez, la Guerra de la Independencia sólo podía explicarse como una reacción del pueblo en defensa de la tradición monárquico católica, en tanto que el liberalismo no pasaba de ser un mero reflejo de la influencia francesa en intelectuales desarraigados de su patria.
El núcleo de la cuestión era en el fondo el concepto de nación, pues, en tanto Artola entendía la nación española como sujeto de la soberanía, la ideología del régimen franquista identificaba la nación con la tradición político-religiosa. El lector encontrará un buena descripción de esta definición casticista de España en el pensamiento antiliberal de 1808 en la obra de Javier Herrero Los orígenes del pensamiento reaccionario español. El triunfo de las tesis de Artola en los círculos académicos se hace patente cuando en 1969 se le encarga la redacción del tomo de la Historia de España de Menéndez Pidal.
Mar de interpretaciones
El canon interpretativo de Artola, que vinculaba la Guerra de la Independencia con los conceptos de soberanía nacional y liberalismo, era impugnado por la extrema derecha nacional-católica desde los años 60; y empezó a serlo también desde la izquierda marxista en la década siguiente. Josep Fontana, desde la perspectiva de la lucha de clases y de un pueblo proletario idealizado, acusa a la burguesía liberal de 1808 de haber frenado las reformas, traicionando así la verdadera revolución. (La crisis del Antiguo Régimen).
En los años 70 y 80 se generalizaron las interpretaciones que, desde una perspectiva de lucha de clases, negaban el carácter revolucionario de la sublevación liberal. En cambio a partir de los 90 lo que se puso en duda fue el carácter nacional de la guerra. Así, para José Álvarez Junco la nación española, que asume la soberanía y lucha por su independencia; en suma, la nación consciente de sus derechos políticos no fue más que un mito, una construcción mental realizada por historiadores.